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DURANTE LAS DOS SEMANAS SIGUIENTES, NO CESARON DE IR DE PUNTILLAS DE UNA HABITACIÓN A LA OTRA; Y FUERON A LA CIUDAD AL MENOS UNA VEZ POR SEMANA. SIN EMBARGO, SABRINA PERMANECÍA EN NAPA LA MAYOR PARTE DEL TIEMPO EN COMPAÑÍA DE ANDRÉ Y ANTOINE. NATURALMENTE, ANDRÉ Y SABRINA SE MIRABAN AHORA DE MANERA MUY DISTINTA. SUS OJOS HABLABAN EN UNA CLAVE SECRETA SÓLO CONOCIDA POR ELLOS DOS, AUNQUE SABRINA CREÍA HABER VISTO UNA VEZ QUE ANTOINE LOS ESTABA OBSERVANDO Y SE VOLVÍA RÁPIDAMENTE PARA NO DAR LA SENSACIÓN DE QUE SE INGERÍA EN LO QUE NO LE IMPORTABA. POCO DESPUÉS, EN UN MOMENTO EN QUE ESTABA HABLANDO CON ANDRÉ, LE PARECIÓ TAMBIÉN QUE EL MUCHACHO LOS MIRABA SONRIENDO.
—¿CREES QUE LO SABE? —LE PREGUNTÓ SABRINA EN PLENA NOCHE MIENTRAS SUSURRABAN EN LA CAMA DE ELLA, EN LA CASA DE CAMPO DE NAPA. TAL COMO HABÍA DICHO, ÉL HABÍA LLAMADO AL ARQUITECTO. LA NUEVA CASA EMPEZARÍA A EDIFICARSE AQUELLA PRIMAVERA. POR LO TANTO, TENDRÍA QUE SEGUIR YENDO DE PUNTILLAS ENTRE LAS DOS HABITACIONES DURANTE LARGO TIEMPO ANTES DE QUE LA CASA ESTUVIERA COMPLETAMENTE CONSTRUIDA.
—NO LO SÉ —RESPONDIÓ ANDRÉ MIENTRAS LE ACARICIABA LA CARA A LA LUZ DE LA LUNA. NUNCA HABÍA AMADO A NINGUNA MUJER COMO A SABRINA, Y ÉSTA SENTÍA POR ÉL ALGO QUE NO HABÍA EXPERIMENTADO JAMÁS, NI SIQUIERA POR JOHN. ENTONCES ERA MUCHO MÁS JOVEN Y SU AMOR NO ERA TAN PROFUNDO COMO AHORA—. DE TODOS MODOS, CREO QUE, SI LO SUPIERA, SE ALEGRARÍA DE ELLO. AYER CASI ESTUVE A PUNTO DE DECÍRSELO.
ELLA ASINTIÓ CON LA CABEZA. NO PODÍA IMAGINARSE QUE ELLA PUDIERA DECIRLE LO MISMO A JON. YA LA HABÍA ACUSADO DE TENER RELACIONES ÍNTIMAS CON ANDRÉ MUCHO TIEMPO ATRÁS; Y EN ESTE INSTANTE NO QUERÍA DARLE LA RAZÓN, AUNQUE NO HUBIERA HABIDO OTRO HOMBRE EN SU VIDA DESDE LA MUERTE DE JOHN. SABÍA QUE NO LO COMPRENDERÍA. POR CIERTO… HACÍA UN MES QUE NO TENÍA NOTICIAS DE ÉL, NI DE CAMILLE, QUE HABÍA REGRESADO A ATLANTA, AUNQUE LE DABA LO MISMO NO HABER VUELTO A SABER DE SU MADRE. OJALÁ PERMANECIERA EN SILENCIO PARA SIEMPRE… TOMANDO DE NUEVO EL HILO DE LA CONVERSACIÓN CON ANDRÉ, PREGUNTÓ, REFIRIÉNDOSE A ANTOINE:
—¿DE VERAS CREES QUE NO LE IMPORTARÍA? —ERA TAN DIFERENTE DE JON… Y ELLA LE APRECIABA MUCHO.
ANDRÉ SONRIÓ.
—¿POR QUÉ CREES QUE TENDRÍA QUE IMPORTARLE? AL CONTRARIO, LE ENCANTARÍA.
DE TODOS MODOS, ERA LO MISMO QUE, EN EL FONDO, PENSABA SABRINA. AQUELLOS DÍAS, SE MOSTRABA DESACOSTUMBRADAMENTE AMABLE CON ELLOS DOS, Y LES AYUDABA EN LOS CAMPOS CUANDO TRABAJABAN JUNTOS, COSA QUE SABRINA VEÍA CON AGRADO. Y FUE PRECISAMENTE HALLÁNDOSE ACOMPAÑADA DE ANTOINE EN LOS VIÑEDOS, ALGUNAS SEMANAS DESPUÉS, CUANDO, DESPUÉS DE PASAR UNA JORNADA ENTERA BAJO EL SOL, SE TAMBALEÓ Y CAYÓ EN LOS BRAZOS DEL MUCHACHO, CASI DESVANECIDA. ÉL SE APRESURÓ A HACER UNA COMPRESA FRÍA CON EL PAÑUELO Y EL AGUA DE UNA CANTIMPLORA QUE LLEVABA CONSIGO.
—DEBIERA LLEVAR USTED UN SOMBRERO QUE LA PROTEGIESE DEL SOL —LA RIÑÓ ANTOINE COMO SI FUERA UNA NIÑA. EN REALIDAD, SE ENCONTRABA MUY MAL. TODO PARECÍA BAMBOLEARSE A SU ALREDEDOR Y SENTÍA UN PESO EN EL ESTÓMAGO; PERO CONSIGUIÓ DOMINARSE Y VOLVER A CASA LENTAMENTE CON ÉL, AL CABO DE UN RATO.
—ANTOINE… NO LE DIGA NADA DE ESO A SU PADRE, POR FAVOR —LE ROGÓ SABRINA.
ÉL FRUNCIÓ EL ENTRECEJO.
—¿POR QUÉ NO? CREO QUE DEBE SABERLO, ¿NO LE PARECE? —Y ENTONCES, DE SÚBITO, TEMIÓ POR ELLA. SU MADRE HABÍA MUERTO DE CÁNCER CUANDO ÉL TENÍA CINCO AÑOS. AÚN LA RECORDABA, DEL MISMO MODO QUE NO HABÍA OLVIDADO LA TRISTEZA DE SU PADRE. MIRÓ A SABRINA CON OJOS PREOCUPADOS—. NO SE LO DIRÉ SI ME PROMETE IR A VER AL MÉDICO ENSEGUIDA. —ELLA PARECIÓ VACILAR, PERO ANTOINE INSISTIÓ AGARRÁNDOLA POR UN BRAZO, IMPULSADO POR AQUELLOS DISTANTES RECUERDOS—. HAGA LO QUE LE DIGO, SABRINA. SI NO, SE LO DIGO AHORA MISMO.
—YA ESTOY BIEN, MUY BIEN…
PERO ÉL NO CREÍA, A JUZGAR POR EL ASPECTO, QUE SE ENCONTRASE TAN BIEN COMO DECÍA. ADEMÁS, DURANTE LOS DÍAS SIGUIENTES, OBSERVÓ QUE COMÍA MUY POCO. VOLVIÓ A PREGUNTARLE SI PENSABA IR A VER AL MÉDICO.
—ESTOY BIEN, ANTOINE.
—NO LO ESTÁ.
ERA OBVIO QUE ANTOINE ESTABA PREOCUPADO POR ELLA, LO QUE LA CONMOVÍA PROFUNDAMENTE. EL INTERÉS DEL CHICO SE CONFIRMÓ CUANDO, POCO DESPUÉS, HACIA EL MEDIODÍA, SABRINA ESTUVO A PUNTO DE SUFRIR OTRO DESMAYO. ANTOINE CASI LA LLEVÓ A RASTRAS A LA CASA. AFORTUNADAMENTE, ANDRÉ SE ENCONTRABA EN LA OFICINA DEL ARQUITECTO.
—BUENO, ¿LLAMA USTED AL MÉDICO O LO HAGO YO? —LE PREGUNTÓ EL MUCHACHO.
—POR DIOS, ANTOINE… —ESTABA DESCONCERTADA; PERO, ESTA VEZ, EL CHICO ESTABA DISPUESTO A SALIRSE CON LA SUYA. SE PUSO AL LADO DEL TELÉFONO Y LA MIRÓ AMENAZADORAMENTE. SABRINA ACABÓ POR ECHARSE A REÍR—. SUERTE QUE NO ES USTED HIJO MÍO. SIEMPRE TERMINARÍA VENCIÉNDOME. —DIRIGIÉNDOLE UNA MIRADA DE AGRADECIMIENTO, SE ACERCÓ AL TELÉFONO PARA LLAMAR. ERA UNA SATISFACCIÓN SABER QUE EL MUCHACHO SE PREOCUPABA TANTO POR ELLA, ADEMÁS DEL PADRE, POR SUPUESTO. LLAMÓ AL MÉDICO Y LE DIERON HORA PARA LA TARDE DEL DÍA SIGUIENTE—. ¿Y SABE QUÉ ME DIRÁ EL DOCTOR? —PREGUNTÓ MEDIO EN BROMA.
—SÍ. —ANTOINE PARECÍA INTRANSIGENTE—. QUE TRABAJA USTED DEMASIADO. DEBIERA TOMAR EJEMPLO DE PAPÁ. TAMBIÉN TRABAJA MUCHO, PERO HACE LA SIESTA CADA DÍA. —ERA UNA COSTUMBRE QUE HABÍA TRAÍDO DE FRANCIA, GRACIAS A LA CUAL SE MANTENÍA JOVEN Y SANO.
—NO TENGO PACIENCIA PARA ESO.
—PUES DEBIERA TENERLA. —SIN EMBARGO, ANTOINE SE ALEGRABA DE QUE SABRINA FUERA A VER AL MÉDICO. YA ERA ALGO HABERLO CONSEGUIDO—. ¿QUIERE QUE MAÑANA LA LLEVE A LA CIUDAD EN MI COCHE?
—NO SERÁ NECESARIO. ADEMÁS, TAMBIÉN TENGO QUE HACER ALGUNAS OTRAS COSAS. —PROCURÓ QUITARLE IMPORTANCIA AL HECHO, PARA QUE ANDRÉ NO SE IMAGINARA LO QUE SUCEDÍA.
—¿ME INFORMARÁ DE LO QUE EL MÉDICO LE DIGA?
SABRINA VOLVIÓ A VER LA MISMA EXPRESIÓN DE MIEDO EN LOS OJOS DE ANTOINE. EN AQUEL ASPECTO, SE MOSTRABA INGENUO COMO UN CHIQUILLO.
—NO SERÁ NADA MALO —LO TRANQUILIZÓ—. ME HALLO EN PERFECTO ESTADO DE SALUD Y ME ENCUENTRO BIEN. SE LO ASEGURO. SUPONGO QUE TODO SE HA DEBIDO A LA TENSIÓN DEL JUICIO CONTRA MI MADRE, A LOS NERVIOS Y… —AMBOS SABÍAN QUE HABÍA ESTADO A PUNTO DE AÑADIR A JONATHAN A LA LISTA—. CREO QUE TODO ESO ME AGOTÓ, Y AHORA ESTOY PAGANDO LAS CONSECUENCIAS.
—FUE UNA LÁSTIMA QUE LE HICIERAN AQUELLO —LE DIJO ANTOINE MIRÁNDOLA COMO SI FUERA SU MADRE.
—YA. PERO AL MENOS SIRVIÓ PARA ACLARAR DE UNA VEZ LA SITUACIÓN —DIJO SABRINA, VOLVIENDO A DOLERSE INTERIORMENTE DE LA PÉRDIDA DE SU HIJO—. Y AHORA, QUIERO QUE DEJE DE PREOCUPARSE POR MÍ. LE CONTARÉ TODO CUANTO ME DIGA EL DOCTOR, SE LO PROMETO.
NO OBSTANTE, AL OTRO DÍA, EN EL CONSULTORIO DEL MÉDICO, VIO QUE NO PODRÍA CUMPLIR LA PROMESA HECHA A ANTOINE. SENTADA, CON LA MIRADA FIJA EN EL DOCTOR, MOVIÓ LA CABEZA CON LA INCREDULIDAD PINTADA EN SU ROSTRO.
—NO PUEDE SER… ES IMPOSIBLE… LA ÚLTIMA VEZ TARDÉ MUCHO Y CREÍA QUE AHORA… —NO PODÍA CREERLO.
EL VIEJO DOCTOR, QUE LA CONOCÍA DESDE HACÍA MUCHOS AÑOS, LE DIJO SONRIENDO:
—ES LO QUE LE HE DICHO, SABRINA. LAS PRUEBAS NO MIENTEN. AL MENOS, CUANDO EL DIAGNÓSTICO ES POSITIVO. ESTÁ USTED EMBARAZADA.
—PERO NO ES POSIBLE… DE HECHO, YA HABÍA HECHO EL CAMBIO… DESDE ENTONCES CESARON MIS PERÍODOS… —CONTÓ CON LOS DEDOS Y MIRÓ AL DOCTOR CON CARA DE ESPANTO—. OH, NO… —EL MÉDICO TENÍA RAZÓN: ESTABA EMBARAZADA DE DOS MESES. EN REALIDAD, NO HABÍA ASOCIADO AQUELLOS SÍNTOMAS CON ANDRÉ. LA FELICIDAD QUE SENTÍA POR AQUELLOS DÍAS HABÍA CONTRIBUIDO A QUE NO SE PREOCUPARA POR LO QUE PUDIERA SUCEDER—. NUNCA LO HABRÍA CREÍDO… DIOS MÍO… SI NO ME HUBIERA DESMAYADO EL OTRO DÍA EN EL CAMPO… —QUIZÁ HABRÍA TARDADO VARIOS MESES EN ENTERARSE. Y, CON TODO, AÚN SE RESISTÍA A CREER QUE FUERA CIERTO—. ES QUE LAS OTRAS VECES TARDÉ DOS AÑOS EN QUEDAR EMBARAZADA, Y YO CREÍA…
EL MÉDICO LE DIO UNOS CARIÑOSOS GOLPECITOS EN LA MANO.
—A VECES, LAS COSAS CAMBIAN, HIJA MÍA. ADEMÁS, EN VISTA DE LO SUCEDIDO, ES MUY POSIBLE QUE EL PROBLEMA NO ESTUVIERA EN USTED, SINO EN JOHN.
—OH, DIOS MÍO…
EL VIEJO DOCTOR LA VIO TAN DESESPERADA, QUE SE LE OCURRIÓ UN PENSAMIENTO TERRIBLE.
—SABE QUIÉN ES EL PADRE, ¿VERDAD?
—¡CLARO QUE SÍ! —EXCLAMÓ ELLA, AÚN MÁS SORPRENDIDA QUE ANTES—. PERO NO TENGO IDEA DE CÓMO SE LO TOMARÁ… SOMOS SOCIOS EN UN NEGOCIO Y BUENOS AMIGOS, PERO A NUESTRA EDAD… HABÍAMOS HECHO NUESTROS PLANES… PENSÁBAMOS… —LOS OJOS SE LE LLENARON DE LÁGRIMAS. QUÉ CRUEL ERA EL DESTINO. ¿POR QUÉ NO HABÍA CONOCIDO A ANDRÉ QUINCE AÑOS ANTES?—. Y AHORA ¿QUÉ PUEDO HACER? —SOLLOZÓ SIN DISIMULO Y SE SONÓ LA NARIZ CON EL PAÑUELO QUE EL MÉDICO LE DIO. LUEGO, MIRANDO AL HOMBRE CON OJOS SUPLICANTES, DIJO—: PODRÁ USTED EVITAR QUE NAZCA, ¿VERDAD? —ERA UNA PREGUNTA ATREVIDA, PUES AMBOS SABÍAN QUE LO QUE ELLA PROPONÍA ERA ILEGAL. PERO LO CIERTO ERA QUE SABRINA NO SABÍA CÓMO SOLUCIONAR EL PROBLEMA. AQUEL MÉDICO ERA EL ÚNICO DOCTOR QUE CONOCÍA, EXCEPTO EL DE SANTA ELENA, AÚN MÁS VIEJO, AL QUE NO HABÍA VISTO DESDE HACÍA MUCHOS AÑOS.
—NO PUEDO HACERLO —REPUSO EL HOMBRE CON EXPRESIÓN DE SENTIMIENTO—. YA SABE USTED QUE NO.
—ES QUE TENGO CUARENTA Y OCHO AÑOS. ¡NO IRÁ A SUPONER QUE PIENSO DAR A LUZ A ESA CRIATURA! NI SIQUIERA ESTOY CASADA CON SU PADRE…
—¿LE AMA USTED? —ELLA ASINTIÓ CON LA CABEZA Y VOLVIÓ A SONARSE—. ENTONCES ¿POR QUÉ NO SE CASA CON ÉL Y TIENE LA CRIATURA COMO DIOS MANDA?
—NO PUEDO HACERLO. AMBOS TENEMOS HIJOS MAYORES. SERÍAMOS EL HAZMERREÍR DE TODO EL MUNDO. ÉL TIENE CINCUENTA Y CINCO AÑOS. YO, CUARENTA Y OCHO. A ESTAS ALTURAS YA PODRÍA SER ABUELA.
—¿Y QUÉ? NO SERÍA USTED LA PRIMERA MUJER QUE ACEPTARA LAS CONSECUENCIAS DE SUS ACTOS. HACE DOS AÑOS TUVE UNA PACIENTE. ACABABA DE CUMPLIR LOS CINCUENTA Y DOS. LE HABÍA PASADO LO MISMO QUE A USTED, CON LA DIFERENCIA DE QUE ESTABA CASADA. ¡Y DIO LA CASUALIDAD DE QUE ELLA Y SU HIJA INGRESARON A LA VEZ EN LA MISMA CLÍNICA PARA TENER CADA UNA SU BEBÉ! COMO LE DIGO, NO SERÍA USTED LA ÚNICA, SABRINA.
—ES QUE NO PODRÍA SOPORTAR LAS BURLAS DE LOS DEMÁS. Y NO QUIERO OBLIGAR A MI AMIGO A QUE SE CASE CONMIGO… —SONRIÓ SIN DEJAR DE LLORAR—. A MI EDAD, SERÍA TAN RIDÍCULO PRETENDER QUE UN HOMBRE SE CASARA CONMIGO A CAUSA DE UN EMBARAZO… —MIRÓ PATÉTICAMENTE AL VIEJO DOCTOR. PERDONE, ESTOY HECHA UN LÍO.
—ES COMPRENSIBLE. CUALQUIER OTRA MUJER SE HABRÍA SOBRESALTADO COMO USTED. Y HE DE RECONOCER QUE EN SUS CIRCUNSTANCIAS LA SITUACIÓN NO ES FÁCIL. ¿SE TRATA DE UN BUEN HOMBRE, AL MENOS? ¿PODRÍA SER FELIZ CON ÉL?
—SÍ, POR SUPUESTO. —PERO NUNCA HABÍAN HABLADO DE MATRIMONIO, Y ANDRÉ NO TENÍA MOTIVO ALGUNO PARA CASARSE CON ELLA. DE MOMENTO VIVÍAN BIEN COMO ESTABAN—. PERO, PERDONE QUE INSISTA… UN HIJO A NUESTRA EDAD… —PENSÓ EN JON, Y EN LA CRIATURA QUE HABÍA PERDIDO, QUE, SEGÚN LE DIJERON, HABRÍA SIDO UNA NIÑA. ENTONCES, AUNQUE NO ERA EXCESIVAMENTE JOVEN, NO HUBO NADA QUE SE SALIERA DE LO NORMAL, PERO A LOS CUARENTA Y OCHO AÑOS… ERA INCONCEBIBLE, Y SIN EMBARGO AHÍ ESTABA. VOLVIÓ A MIRAR AL MÉDICO. SABÍA LO QUE TENÍA QUE HACER. AUNQUE IGNORABA ADÓNDE ACUDIR PARA CONSEGUIRLO—. ¿PODRÍA AYUDARME A ENCONTRAR A ALGUIEN QUE ME HAGA ABORTAR? HE DE SOLUCIONAR ESTO COMO SEA. NO ES JUSTO.
—NO PUEDE ERIGIRSE EN JUEZ —DIJO EL MÉDICO FRUNCIENDO EL ENTRECEJO—. POR EL SOLO HECHO DE HABER SUCEDIDO QUIZÁ SEA JUSTO. Y TAL VEZ ALGÚN DÍA DESCUBRIRÁ QUE FUE LA MAYOR BENDICIÓN QUE DIOS PUDO OTORGARLE. —Y SE LEVANTÓ PARA INDICAR QUE LA VISITA HABÍA TERMINADO—. Y AHORA, ESCÚCHEME BIEN, SABRINA. QUIERO VERLA DENTRO DE TRES SEMANAS. DESPREOCÚPESE CUANTO PUEDA. NO HAY RAZÓN PARA QUE A SU EDAD UNO NO PUEDA DAR A LUZ A UNA CRIATURA SANA, AUNQUE NECESITA TENER MÁS CUIDADO DEL QUE HUBIERA SIDO NECESARIO VEINTE AÑOS ATRÁS.
VEINTE AÑOS ATRÁS… QUÉ RIDÍCULO PARECÍA TODO EL ASUNTO EN ESTE INSTANTE. DE PRONTO SE SINTIÓ IRRITADA CON EL MÉDICO, CON ELLA MISMA Y CON ANDRÉ POR HABERLA METIDO EN AQUEL EMBROLLO. SANTO DIOS… ESTABA EMBARAZADA A LOS CUARENTA Y OCHO AÑOS. DE HECHO, LOS CUMPLIRÍA EN MAYO Y, POR ENTONCES, YA ESTARÍA DE CUATRO MESES. ¡QUÉ DESASTRE!
DEJÓ EL CONSULTORIO DEL MÉDICO Y SE DIRIGIÓ A CASA CON LA CABEZA LLENA DE CUANTO LE HABÍA DICHO EL HOMBRE. SOBRE ELLA, SOBRE EL BEBÉ, SOBRE ANDRÉ Y SOBRE LO QUE EL DOCTOR LE HABÍA DICHO: QUE ALGÚN DÍA DESCUBRIRÍA QUE ERA LA MAYOR BENDICIÓN QUE DIOS HUBIERA PODIDO OTORGARLE… PERO SE NEGÓ A RECONOCERLO. TENÍA QUE ENCONTRAR A ALGUIEN QUE LA AYUDARA A ABORTAR, Y CON LA MAYOR RAPIDEZ POSIBLE. SABÍA QUE SI TARDABA UNAS SEMANAS MÁS LA «OPERACIÓN» PODRÍA SER SUMAMENTE PELIGROSA PARA ELLA. Y NO TENÍA IDEA DE QUIÉN PODRÍA ORIENTARLA. ¿CÓMO PODÍA ENCONTRARSE UNA PERSONA QUE LA HICIERA ABORTAR? NI SIQUIERA HABÍA PENSADO JAMÁS QUE PUDIERA NECESITARLO; PERO, EN ESTOS INSTANTES, SE DEVANABA LOS SESOS CON LA ESPERANZA DE QUE SE LE OCURRIERA ALGO. AQUEL ESTADO DE ÁNIMO LE TRAJO A LA MENTE EL RECUERDO DEL BEBÉ QUE HABÍA PERDIDO EN OTRO TIEMPO. RECORDÓ SU DOLOR Y EL DE JOHN. ¿CÓMO PODÍA AHORA PENSAR EN MATAR A SU BEBÉ SÓLO PORQUE LAS COSAS HABÍAN IDO DE AQUELLA MANERA? ¿PERO TENÍA OTRA ALTERNATIVA? SE ECHÓ EN LA CAMA PENSANDO EN ELLO. POCO DESPUÉS SONÓ EL TELÉFONO. ERA ANTOINE.
—¿QUÉ HABÍA DICHO EL DOCTOR?
HABÍA ESTADO PREOCUPADO DURANTE TODO EL DÍA. SU PADRE HABÍA SALIDO A COMPRAR ALGUNAS COSAS QUE NECESITABA PARA SU TRABAJO, Y APROVECHÓ LA OCASIÓN PARA LLAMARLA ANTES DE QUE ANDRÉ VOLVIERA.
—NO ES NADA. ESTOY PERFECTAMENTE BIEN. SÓLO CANSANCIO. —PERO SU VOZ SONABA TENSA, INCLUSO A SUS PROPIOS OÍDOS, Y ANTOINE NO QUEDÓ CONVENCIDO.
—¿ESTÁ SEGURA DE QUE ES ESO LO QUE HA DICHO EL MÉDICO?
—SE LO ASEGURO —MINTIÓ. ¿QUÉ OTRA COSA PODÍA HACER?—. REGRESARÉ MAÑANA O PASADO MAÑANA.
—CREÍA QUE VOLVERÍA ESTA NOCHE…
ANTOINE VOLVÍA A PARECER PREOCUPADO, COMO SI HUBIERA SIDO SU HIJO, Y LA EMOCIÓN QUE SINTIÓ SABRINA LE LLENÓ LOS OJOS DE LÁGRIMAS. TENÍA QUE HACER LO POSIBLE PARA NO TRASLUCIRLA EN SU VOZ. ÚLTIMAMENTE TODO LA HACÍA LLORAR.
—ES QUE ME HE ACORDADO DE QUE TENÍA QUE HACER ALGUNAS COSAS EN LA CIUDAD. ¿TODO BIEN POR AHÍ, ANTOINE?
—SÍ, MUY BIEN. —LE CONTÓ LO QUE HABÍAN HECHO DURANTE LA JORNADA—. ¿ESTÁ SEGURA DE QUE NO TIENE NADA? —EL CHICO PARECÍA UN POCO MÁS ALIVIADO. NO, NO ERA EL TEMIDO CÁNCER.
—TODO POSITIVO. —PRECISAMENTE «POSITIVO» ERA LA PALABRA ADECUADA, AUNQUE NO EN EL MISMO SENTIDO QUE SUPONÍA ANTOINE. EN AQUEL MOMENTO, VOLVIÓ ANDRÉ Y TOMÓ EL TELÉFONO.
—¿CÓMO TE VAN LAS COSAS POR AHÍ, M’AMIE? —A VECES, LA LLAMABA DE AQUELLA MANERA, «MI AMIGA», EXCEPTO POR LA NOCHE. ENTONCES, LE DECÍA CHÉRIE O MON AMOUR.
—BIEN, PERO ME HE ENCONTRADO CON TANTO CORREO QUE HE TENIDO QUE RETRASAR UN POCO MI VUELTA PARA PODER ATENDERLO. QUIZÁ ALGUIEN DEBIERA MANDÁRMELO CUANDO ME QUEDO EN NAPA MÁS DÍAS DE LOS HABITUALES.
—BUENA IDEA. —SÓLO OÍR LA VOZ DE ANDRÉ FUE PARA SABRINA UN ALIVIO. SENTÍA VERDADERAS GANAS DE CONTARLE LO QUE EL DOCTOR LE HABÍA DICHO, PERO NO PODÍA HACERLO. NO QUERÍA PRESIONARLO EN MODO ALGUNO. ERA MEJOR NO DECIRLE NADA—. ENTONCES, ¿CUÁNDO REGRESAS? —HABÍA EN SU VOZ UNA IMPACIENCIA QUE LA HIZO SONREÍR. LE AMABA, SÍ. AHORA QUIZÁ MÁS QUE NUNCA, Y VOLVIÓ A SENTIR QUE AQUELLO NO HUBIERA SUCEDIDO QUINCE AÑOS ANTES. EN AQUEL TIEMPO, PROBABLEMENTE SE LO HABRÍA DICHO, HABRÍA DEJADO VIVIR A LA CRIATURA Y SE HABRÍAN CASADO. PERO AHORA ERA IMPOSIBLE.
—INTENTARÉ IR MAÑANA O PASADO MAÑANA. PRECISAMENTE SE LO ESTABA DICIENDO A ANTOINE. HE ENCONTRADO TONELADAS DE CORREO.
—¿NO PUEDES TRAERLO AQUÍ Y DESPACHARLO TRANQUILAMENTE? —SABRINA NO SOLÍA DEMORARSE EN LA CIUDAD—. ¿ALGO ANDA MAL?
ANDRÉ LA CONOCÍA DEMASIADO BIEN; DESPUÉS DE UN AÑO DE SER SOCIOS Y DE DOS MESES DE COMPARTIR SU CAMA, LA CONOCÍA A LA PERFECCIÓN, HASTA LO MÁS RECÓNDITO DE SU ALMA. EN CIERTO MODO, LA CONOCÍA MEJOR DE LO QUE HUBIERA PODIDO CONOCERLA NUNCA NADIE A PESAR DEL CORTO TIEMPO DE AMISTAD QUE LLEVABAN. EL SECRETO ESTABA EN QUE ERAN DOS ALMAS GEMELAS EN TODOS LOS ASPECTOS.
—NO, NO… TODO VA BIEN —LE MINTIÓ COMO LE HABÍA MENTIDO A ANTOINE—. DE VERAS. —TUVO QUE REPRIMIR DE NUEVO LAS LÁGRIMAS.
—¿HAS SABIDO ALGO DE JON?
—NO. NADA. SUPONGO QUE LA UNIVERSIDAD LO TENDRÁ MUY OCUPADO —SIEMPRE PROCURABA DISCULPARLE.
A ANDRÉ LE SUPO MAL SEGUIR PREGUNTANDO, PERO HABÍA NOTADO ALGO EXTRAÑO EN LA VOZ DE SABRINA.
—¿Y DE CAMILLE, TAMPOCO?
—NO, GRACIAS A DIOS. —SABRINA SONRIÓ. A PESAR DE QUE HACÍA POCAS HORAS QUE SE HABÍAN VISTO, LO ECHABA MUCHÍSIMO DE MENOS. TENÍA LA SENSACIÓN DE QUE EN ESTOS INSTANTES LE NECESITABA MÁS QUE NUNCA; PERO NO PODÍA DEJÁRSELO NOTAR.
—BUENO, PUES REGRESA LO ANTES POSIBLE —DIJO ANDRÉ. LE HABRÍA OFRECIDO IR A ACOMPAÑARLA, PERO EN AQUEL MOMENTO TENÍA DEMASIADO TRABAJO—. TE ECHO MUCHO DE MENOS, CHÉRIE —LE SUSURRÓ MIENTRAS LAS LÁGRIMAS LE RESBALABAN POR LAS MEJILLAS Y HACÍA UN VERDADERO ESFUERZO PARA DAR NATURALIDAD A SU VOZ.
—ASÍ LO HARÉ.
PERMANECIÓ DESPIERTA CASI TODA LA NOCHE, ALTERNANDO ENTRE LAS LÁGRIMAS Y UNA FÉRREA RESOLUCIÓN. A LA MAÑANA SIGUIENTE, ELIGIÓ EL NOMBRE DE UN DOCTOR QUE VISITABA EN UNA ZONA MUY POCO ATRACTIVA DE LA CIUDAD. CUANDO, HACIA EL MEDIODÍA, LLEGÓ AL LUGAR INDICADO EN LA GUÍA TELEFÓNICA, HABÍA DOS BORRACHOS DORMIDOS EN LA CALLE. ENTRÓ CAUTELOSAMENTE EN EL EDIFICIO, QUE APESTABA A COLES Y ORINES, Y SUBIÓ POR UNOS CRUJIENTES ESCALONES. RESPIRÓ CON ALIVIO AL VER QUE LA SALA DE ESPERA ERA INMACULADA; Y, CUANDO UNA VIEJA ENFERMERA LA CONDUJO AL INTERIOR, VIO A UN HOMBRE BAJITO, CALVO E INMACULADAMENTE LIMPIO, VESTIDO CON UNA CHAQUETA BLANCA. SABRINA NO SABÍA SI SE SENTÍA ALIVIADA O DECEPCIONADA. RESPIRÓ PROFUNDAMENTE ANTES DE HABLAR, MIENTRAS ÉL LE SONREÍA CON EXPRESIÓN TRANQUILIZADORA.
—DOCTOR… QUIERO… QUIERO… DISCULPARME DE ANTEMANO POR SI LO QUE VOY A PEDIRLE SUPONE UNA AFRENTA PARA USTED… —SUS OJOS, HUMEDECIDOS, MIRARON AL DOCTOR CON UNA MEZCLA DE ESPERANZA Y DESOLACIÓN—. HE VENIDO A VERLE PORQUE ESTOY DESESPERADA…
EL MÉDICO LA MIRÓ PREGUNTÁNDOSE QUÉ VENDRÍA DESPUÉS DE AQUELLO. DURANTE LOS CUARENTA AÑOS QUE LLEVABA EN AQUEL LUGAR, YA NO LE QUEDABA NADA POR VER.
—¿SÍ? HARÉ CUANTO PUEDA POR USTED.
—TENGO NECESIDAD DE ABORTAR. HE ESCOGIDO SU NOMBRE EN LA GUÍA TELEFÓNICA. NO SABÍA A QUIÉN ACUDIR, NI ADÓNDE IR…
SABRINA, CON LOS OJOS LLENOS DE LÁGRIMAS, TEMÍA QUE EL HOMBRE SE LEVANTARA DE UN BRINCO Y LE SEÑALARA LA PUERTA. EN VEZ DE ELLO, LA MIRÓ COMPASIVAMENTE MIENTRAS PARECÍA SOPESAR LAS PALABRAS QUE IBA A DECIR.
—LO SIENTO. SIENTO QUE CREA QUE NO PUEDE TENER ESA CRIATURA, SEÑORA SMITH. —AL PEDIR HORA PARA LA VISITA, LO HABÍA HECHO CON EL NOMBRE DE JOAN SMITH Y, MIENTRAS EL MÉDICO SEGUÍA HABLANDO, RECORDÓ POR QUÉ LA LLAMABA DE AQUEL MODO—. ¿ESTÁ USTED SEGURA DE QUE NO HAY MANERA DE EVITAR LA INTERRUPCIÓN DE ESE EMBARAZO?
DE MOMENTO, EL MÉDICO NO SE HABÍA NEGADO A NADA, LO QUE, LENTAMENTE, HIZO COBRAR ESPERANZAS A SABRINA. AL FIN Y AL CABO, QUIZÁ HABÍA DADO CON EL LUGAR ADECUADO.
—TENGO CUARENTA Y OCHO AÑOS —EXPLICÓ SABRINA—. SOY VIUDA Y TENGO UN HIJO MAYOR QUE SE GRADUARÁ ESTE AÑO EN LA UNIVERSIDAD. —AQUELLAS RAZONES LE PARECÍAN SUFICIENTES, PERO NO LO FUERON PARA EL MÉDICO.
—¿Y EL PADRE DE LA CRIATURA?
—ES MI SOCIO EN UN ASUNTO QUE LLEVAMOS JUNTOS. SOMOS BUENOS AMIGOS —SE RUBORIZÓ—, COMO PUEDE USTED SUPONER. TIENE SIETE AÑOS MÁS QUE YO, Y SU HIJO ES MAYOR QUE EL MÍO. NO TENEMOS INTENCIÓN DE CASARNOS… ES IMPOSIBLE…
—¿SE LO HA DICHO YA?
SABRINA VACILÓ Y LUEGO MENEÓ LA CABEZA.
—LO DESCUBRÍ AYER. PERO NO QUIERO PRESIONARLE. SÓLO QUIERO LIBRARME DEL BEBÉ Y VOLVER A CASA LO ANTES POSIBLE.
—¿VIVEN USTEDES EN LUGARES DISTINTOS?
—PARTE DEL TIEMPO. —ERA INTENCIONADAMENTE VAGA. NO QUERÍA QUE EL MÉDICO SUPIESE QUIÉN ERA. A PESAR DE QUE SE ENCUBRÍA BAJO EL NOMBRE DE «SEÑORA SMITH», EL DOCTOR HABRÍA PODIDO DEDUCIR CUÁL ERA SU VERDADERA PERSONALIDAD.
—¿NO CREE QUE ÉL MERECE AL MENOS QUE USTED SE LO DIGA Y LE PERMITA DAR SU OPINIÓN SOBRE EL ASUNTO? —SABRINA NEGÓ CON LA CABEZA, Y EL MÉDICO LA MIRÓ CON OJOS COMPRENSIVOS. NO ERA LA PRIMERA VEZ QUE LE PEDÍAN ESA CLASE DE AYUDA, NI SERÍA LA ÚLTIMA—. CREO QUE ESTÁ USTED EQUIVOCADA, SEÑORA SMITH. CREO QUE ÉL TAMBIÉN TIENE DERECHO A SABERLO. Y SU EDAD NO ME PARECE UN IMPEDIMENTO TAN IMPORTANTE COMO USTED CREE. SON MUCHAS LAS MUJERES DE SU EDAD QUE HAN TENIDO HIJOS. TAN SÓLO SUPONE UN RIESGO LIGERAMENTE MAYOR. PERO ÉSTE NO ES SU PRIMER EMBARAZO, LO QUE REDUCE DE MODO CONSIDERABLE CUALQUIER PELIGRO QUE PUDIERA CORRER. CREO QUE DEBERÍA SEGUIR USTED MI CONSEJO SIN MÁS PREOCUPACIONES. ¿DESDE CUÁNDO CREE USTED QUE ESTÁ EMBARAZADA?
—DESDE HACE DOS MESES. —SABÍA QUE NO PODÍA SER MÁS, PORQUE APENAS HACÍA CUATRO SEMANAS QUE DORMÍAN JUNTOS. LA NOCHE ANTERIOR LO HABÍA CALCULADO CUIDADOSAMENTE.
EL MÉDICO ASINTIÓ CON LA CABEZA.
—NO LE QUEDA MUCHO TIEMPO PARA HACER LO QUE QUIERE.
—ENTONCES, ¿ME AYUDARÁ?
EL HOMBRE VACILÓ. NO SE DEDICABA A AQUELLO, AUNQUE LO HABÍA HECHO MUCHO TIEMPO ATRÁS, PERO UNA MUCHACHA ESTUVO A PUNTO DE MORIR POR CULPA DE SU INTERVENCIÓN, Y SE PROMETIÓ QUE DEJARÍA AQUELLA PRÁCTICA PARA SIEMPRE. Y HABÍA CUMPLIDO SU PROMESA. ADEMÁS, ALGO LE DECÍA QUE SERÍA UN ERROR COMPLACER LOS DESEOS DE AQUELLA MUJER.
—NO PUEDO, SEÑORA SMITH.
—ENTONCES POR QUÉ… POR QUÉ… AL VER QUE ME ESCUCHABA, CREÍ…
—PREFERIRÍA CONVENCERLA DE QUE DEBE TENER LA CRIATURA.
—¡PUES NO QUIERO TENERLA! —SE LEVANTÓ DE UN BRINCO—. SI USTED NO QUIERE HACÉRMELO, ME LO HARÉ YO MISMA. ¡MALDITA SEA!
POR UN INSTANTE EL MÉDICO PENSÓ QUE ERA CAPAZ DE LLEVARLO A CABO, LO QUE LE ASUSTÓ.
—NO PUEDO AYUDARLA. SE LO DIGO TANTO POR SU BIEN COMO POR EL MÍO.
HABRÍA PODIDO PERDER LA LICENCIA Y QUEDARSE SIN PODER EJERCER PARA SIEMPRE. INCLUSO SE ARRIESGABA A SER CASTIGADO CON LA CÁRCEL. PERO HABÍA OTRA POSIBILIDAD. TENÍA EL NOMBRE DE CIERTO INDIVIDUO. SE LO HABÍA DADO CON ANTERIORIDAD A ALGUNAS MUJERES, Y HABÍAN QUEDADO COMPLACIDAS. ATRAJO HACIA SÍ UN CUADERNO DE PAPEL Y UNA PLUMA. ERAN HOJAS EN BLANCO, EN LAS QUE NO FIGURABA SU NOMBRE. ESCRIBIÓ UN NOMBRE Y UN NÚMERO DE TELÉFONO EN UNA DE ELLAS Y SE LA ENTREGÓ A SABRINA.
—LLAME A ESE HOMBRE.
—¿ME LO HARÁ? —PREGUNTÓ ELLA SÚBITAMENTE ANIMADA.
EL DOCTOR ASINTIÓ SOMBRÍAMENTE.
—SÍ. VIVE EN CHINATOWN, EN EL BARRIO JUDÍO, YA SABE… EN OTRO TIEMPO FUE UN GRAN CIRUJANO, PERO LE ATRAPARON EN ESTAS PRÁCTICAS. ALGUNA VEZ LE HE ENVIADO A ALGUIEN… —LA MIRÓ TRISTEMENTE Y LE REPITIÓ LO QUE PENSABA—. SIN EMBARGO, SIGO CREYENDO QUE DEBERÍA TENER USTED ESA CRIATURA. SI FUERA USTED POBRE DE SOLEMNIDAD, O ESTUVIERA ENFERMA…, O SI HUBIERA SIDO VIOLADA…, O FUESE MORFINÓMANA…, PERO TIENE USTED TODO EL ASPECTO DE SER MUJER DECENTE, COMO LO SERÁ, MUY PROBABLEMENTE, SU AMIGO. SIN DUDA, PODRÍA DAR USTED A ESA CRIATURA UN HOGAR LLENO DE AMOR. —HABÍA OBSERVADO LA BUENA CALIDAD DE LA LANA DEL VESTIDO NEGRO QUE LLEVABA SABRINA. NO ERA NUEVO, PERO DABA LA IMPRESIÓN DE SER UNA PRENDA CARA. QUIZÁ SU SITUACIÓN ECONÓMICA NO ERA AHORA BUENA, PERO UNA MUJER COMO AQUÉLLA TENÍA QUE ENCONTRAR EL MODO DE NO COMETER AQUELLA BARBARIDAD—. PIÉNSELO BIEN, SEÑORA SMITH. QUIZÁ NO VUELVA A PRESENTÁRSELE UNA OPORTUNIDAD COMO ÉSTA, Y ES MUY POSIBLE QUE ALGÚN DÍA LAMENTE NO HABER TENIDO ESA CRIATURA. REFLEXIONE CON DETENIMIENTO ANTES DE HACER USO DE ESE NÚMERO DE TELÉFONO. —SEÑALÓ LA HOJA DE PAPEL QUE SABRINA SOSTENÍA EN SU TEMBLOROSA MANO—. CUANDO LO HAYA HECHO YA NO PODRÁ VOLVERSE ATRÁS, Y AUNQUE UN DÍA LLEGUE A TENER OTRO BEBÉ, SIEMPRE LAMENTARÁ NO HABER PERMITIDO EL NACIMIENTO DE ÉSTE.
LAS PALABRAS DEL MÉDICO RECORDARON A SABRINA LA CRIATURA QUE HABÍA PERDIDO EN OTRO TIEMPO. NI SIQUIERA JON HABÍA ACABADO DE LLENAR NUNCA EL VACÍO DEJADO POR ELLA. ERA UN SUEÑO QUE SE HABÍA DESVANECIDO PARA SIEMPRE, Y LO MISMO SUCEDERÍA AHORA…, PERO ELLA NO PODÍA PERMITIRSE TENER AQUELLOS PENSAMIENTOS. NO TENÍA ALTERNATIVA. SE LEVANTÓ.
—GRACIAS POR SU AYUDA —DIJO, ALIVIADA. AL MENOS AHORA SABÍA ADÓNDE IR.
—REFLEXIONE SOBRE ELLO. SE LO REPITO.
LAS PALABRAS DEL MÉDICO RESONARON COMO UN ECO EN LA CABEZA DE SABRINA, MIENTRAS BAJABA LA VIEJA ESCALERA. CUANDO LLEGÓ A CASA, SE SENTÓ ANTE EL ESCRITORIO, Y PERMANECIÓ ALLÍ LARGO TIEMPO. NO PODÍA CALMAR SUS NERVIOS. TEMBLABA VIOLENTAMENTE. POR FIN SE DECIDIÓ A TELEFONEAR. TUVO QUE MARCAR TRES VECES EL NÚMERO ANTES DE DAR CON EL CORRECTO. UNA MUJER CON UN INDEFINIBLE ACENTO CONTESTÓ AL OTRO EXTREMO DE LA LÍNEA.
—¿PODRÍA DARME HORA PARA EL DOCTOR? —PREGUNTÓ SABRINA.
—¿QUIÉN LE DIO EL NOMBRE?
LA VOZ ERA DESCONFIADA, Y SABRINA, TEMBLANDO, TOMÓ ALIENTO Y DIJO EL NOMBRE DEL MÉDICO QUE SE LO HABÍA DADO. HUBO ENTONCES UN LARGO SILENCIO, COMO SI ALGUNA OTRA PERSONA ESTUVIERA CONTROLANDO LA LLAMADA. A CONTINUACIÓN, LA MUJER DIJO:
—LA VERÁ LA SEMANA PRÓXIMA.
—¿CUÁNDO?
OTRA PAUSA.
—EL MIÉRCOLES POR LA NOCHE. —POR LA NOCHE… AQUELLO LE PARECIÓ EXTRAÑO A SABRINA, PERO NO SE TRATABA DE UNA VISITA CORRIENTE, DE UN MÉDICO DEL CENTRO DE LA CIUDAD—. A LAS DIEZ. DIRÍJASE A LA PUERTA TRASERA. LLAME DOS VECES CON LOS NUDILLOS, HAGA UNA PAUSA, Y VUELVA A LLAMAR DEL MISMO MODO. Y TRAIGA QUINIENTOS DÓLARES EN BILLETES. —LA VOZ DE LA MUJER ERA ÁSPERA COMO SUS PALABRAS, Y SABRINA CASI SE QUEDÓ SIN ALIENTO, NO POR LA CANTIDAD QUE LE PEDÍAN, SINO POR LA IMAGEN QUE LE SUGIRIÓ TODO AQUELLO.
—¿ME LO HARÁ?
DE NADA SERVÍA FINGIR A AQUELLAS ALTURAS. AMBAS MUJERES SABÍAN LO QUE SABRINA QUERÍA DE ÉL. QUIZÁ NO SE DEDICABA A OTRA COSA. ¿PERO POR QUÉ POR LA NOCHE? BUENO, ¿QUÉ MÁS DA?, SE DIJO. SE PREGUNTÓ CUÁNTO DURARÍA LA INTERVENCIÓN.
—SÍ. PERO SI DESPUÉS ALGO FALLA NO VUELVA A LLAMARNOS. NO PODRÍAMOS AYUDARLA.
TODO HABÍA QUEDADO CLARO. QUIZÁ DEMASIADO. SE PREGUNTÓ A QUIÉN PODRÍA LLAMAR EN CASO DE QUE SE LE PRESENTARA ALGUNA COMPLICACIÓN POSTERIOR. QUIZÁ EL MÉDICO QUE LE HABÍA DADO EL NOMBRE DEL QUE LE HARÍA ABORTAR. O TAL VEZ EL SUYO, O BIEN… LAS PREGUNTAS REVOLOTEABAN DENTRO DE SU CABEZA COMO MURCIÉLAGOS Y, CUANDO COLGÓ EL TELÉFONO, SINTIÓ GANAS DE VOMITAR, Y VOMITÓ. SE SENTÍA MUY MAL. DE RODILLAS EN EL SUELO DEL CUARTO DE BAÑO, NO HACÍA MÁS QUE PENSAR EN LA VISITA QUE HABÍA CONCERTADO. EL MIÉRCOLES POR LA NOCHE. A LAS DIEZ. AÚN FALTABAN SEIS DÍAS, TEMÍA LA LLEGADA DEL ÚLTIMO. PERO YA NO PODÍA VOLVERSE ATRÁS.
AL DÍA SIGUIENTE SE DIRIGIÓ A NAPA EN SU COCHE Y FINGIÓ QUE SE ENCONTRABA PERFECTAMENTE. SUS AMIGOS ESTABAN ACOSTUMBRADOS A COCINAR PARA ELLA Y, CUANDO LE SIRVIERON LA COMIDA, NO TOMÓ CASI NADA, NI AQUELLA NOCHE, NI AL DÍA SIGUIENTE. VIO QUE ANTOINE LA OBSERVABA UN PAR DE VECES, PERO NO VOLVIÓ A PREGUNTARLE NINGÚN DETALLE SOBRE EL MÉDICO. EN CUANTO A ANDRÉ, NO SE HABÍA DADO CUENTA DE NADA. SIGUIERON HACIENDO EL AMOR CADA NOCHE, EXCEPTO EN LA DEL MARTES. SABRINA SE VOLVIÓ DE ESPALDAS A SU AMIGO Y FINGIÓ DORMIR. CUANDO DESPERTÓ, POCO ANTES DEL AMANECER, ANDRÉ ADVIRTIÓ QUE SABRINA NO ESTABA A SU LADO. AL NO VERLA TAMPOCO EN LA HABITACIÓN, BAJÓ A LA PLANTA BAJA Y LA ENCONTRÓ SENTADA A LA PUERTA DE LA CASA. SUMIDA EN PROFUNDOS PENSAMIENTOS, CONTEMPLABA LOS CAMPOS Y LAS COLINAS A LA NACIENTE LUZ DEL SOL. FUE HACIA ELLA DE PUNTILLAS Y SE SENTÓ A SU LADO. ELLA SE SOBRESALTÓ, PERO AL PUNTO SE VOLVIÓ SONRIENDO HACIA ÉL.
—¿QUÉ HACES AQUÍ, ANDRÉ?
—ESO IBA A PREGUNTARTE, M’AMIE.
ERAN AMIGOS, PERO NO EN LO QUE OCUPABA LA MENTE DE SABRINA EN AQUEL MOMENTO. SE LEVANTÓ EN SILENCIO Y ENTRÓ EN LA CASA SEGUIDA DE ANDRÉ. DIO UNA MIRADA AL RELOJ DE LA COCINA. ERAN LAS SEIS Y CINCO MINUTOS. DIECISÉIS HORAS MÁS TARDE, SE HALLARÍA EN CHINATOWN, PAGANDO QUINIENTOS DÓLARES EN BILLETES PARA MATAR A SU CRIATURA… AQUEL PENSAMIENTO LA HIZO VACILAR Y ESTUVO A PUNTO DE CAERSE.
—¿QUÉ TE PASA? —LE PREGUNTÓ ANDRÉ—. SÉ QUE ACABAS DE PASAR UNA MALA TEMPORADA, AMOR MÍO Y, AL OBSERVARTE, INCLUSO HE LLEGADO A PENSAR QUE TENÍAS ALGÚN NUEVO PROBLEMA. —Y PRECISAMENTE EN ESE INSTANTE EL ASPECTO DE SABRINA ERA PEOR QUE EL QUE HABÍA TENIDO DURANTE TODA LA SEMANA. SU ROSTRO SE HABÍA VUELTO CASI VERDE—. ¿DE QUÉ SE TRATA, CARIÑO? NO ESTARÁ ATORMENTÁNDOTE DE NUEVO AQUELLA MUJER, ¿VERDAD? —TEMÍA QUE CAMILLE ESTUVIERA MOLESTÁNDOLA DE ALGUNA MANERA.
SABRINA MENEÓ LA CABEZA, SIN ESTAR SEGURA DE LO QUE DIRÍA, RETENIENDO LAS LÁGRIMAS. NO QUERÍA MENTIRLE, PERO NO PODÍA DECIRLE DE QUÉ SE TRATABA.
—A VECES, ANDRÉ, HAY COSAS DE LAS QUE SÓLO PUEDE CUIDAR UNA MISMA. Y AHORA ME ENCUENTRO EN ESE CASO. A VECES, HAY HECHOS DE DIFÍCIL COMPRENSIÓN PARA LOS HOMBRES.
ERA LA PRIMERA VEZ QUE SE NEGABA A CONTESTAR CLARAMENTE A UNA DE SUS PREGUNTAS. ÉL LA MIRÓ CON BENEVOLENCIA, PERO NO SE CONTENTÓ CON LA EXPLICACIÓN DE SABRINA.
—NO PUEDO IMAGINARME NADA QUE YO NO PUEDA COMPRENDER, M’AMIE. Y ADEMÁS, YA SABES QUE SIEMPRE ESTOY DISPUESTO A AYUDARTE EN TODO, SEA LO QUE SEA. ¿SE TRATA DE JON? —ELLA NEGÓ CON LA CABEZA—. ¿ALGÚN PROBLEMA ECONÓMICO?
SABRINA NEGÓ CON EL MISMO GESTO.
—ES ALGO QUE SÓLO PUEDO RESOLVER YO SOLA. —Y LUEGO, DANDO UN SUSPIRO Y ENDEREZANDO LA ESPALDA, AÑADIÓ, EVITANDO LA MIRADA DE ANDRÉ—: TENGO QUE IR A LA CIUDAD POR UNOS DÍAS.
ÉL PREGUNTÓ CON VOZ TEMEROSA:
—¿SE TRATA DE ALGO RELACIONADO CON NOSOTROS? SI ES ESO, DÍMELO CON ENTERA FRANQUEZA. —LA QUERÍA TANTO… NECESITABA SABERLO. ERA YA DEMASIADO VIEJO PARA SUFRIR OTRO FRACASO AMOROSO—. ¿NO TE SABRÁ MAL QUE NOSOTROS…?
PERO SABRINA AHUYENTÓ EN EL ACTO CON UN BESO AQUELLA CLASE DE TEMORES; FUE UN BESO GENTIL, UN BESO CON UNA MANO SOBRE LA MEJILLA DE ANDRÉ.
—NO. ESO NI PENSARLO. ES ALGO EXCLUSIVAMENTE MÍO.
—LA EXCLUSIVIDAD PERSONAL NO EXISTE. NO HAY NADA QUE NO PODAMOS COMPARTIR.
—ESTA VEZ NO —INSISTIÓ ELLA MENEANDO LA CABEZA.
—¿NO ESTARÁS ENFERMA?
SABRINA VOLVIÓ A MENEAR LA CABEZA.
—NO. HE DE RESOLVER ALGO, ESO ES TODO… ALGO QUE QUEDARÁ ARREGLADO MUY PRONTO. EL SÁBADO ESTARÉ DE VUELTA.
SABRINA SE HABÍA CONCEDIDO TRES DÍAS PARA RECUPERARSE. LO JUSTO, SEGÚN CONSIDERABA, PARA REPONERSE. TRES DÍAS DE AMARGO DOLOR Y LLANTO POR LA MUERTE DE SU BEBÉ…, AL PRECIO DE QUINIENTOS DÓLARES EN BILLETES.
—¿POR QUÉ TARDARÁS TANTO?
—PORQUE PIENSO DEJARME BARBA Y AFEITARME LA CABEZA —BROMEÓ SABRINA SIN GANAS, MIENTRAS EL CIELO, DE GRIS, SE VOLVÍA MORADO AL IR ASCENDIENDO EL SOL.
—¿POR QUÉ NO ME CUENTAS LO QUE TE PASA?
—PORQUE SE TRATA DE UNA DE ESAS OCASIONES EN LAS QUE UNA MUJER TIENE QUE CUIDAR DE SÍ MISMA ELLA SOLA.
—¿POR QUÉ? NO HAY NADA QUE NO PUEDA COMPARTIR CONTIGO, ¿SABES?
ELLA ASINTIÓ CON LA CABEZA. PENSABA LO MISMO. PERO ESTA VEZ NO PODÍA SER… AUNQUE TUVO QUE HACER UN VERDADERO ESFUERZO PARA OLVIDAR LAS PALABRAS DE LOS DOS DOCTORES CON LOS QUE HABÍA HABLADO… ÉL TENÍA DERECHO A SABERLO… DEBÍA DECÍRSELO, DARLE UNA OPORTUNIDAD…
—ANDRÉ, DEJA QUE LLEVE ESTE ASUNTO SOLA, A MI MANERA. EL SÁBADO YA ESTARÉ DE VUELTA Y TODO HABRÁ PASADO.
DE TODOS MODOS, SABRINA SE PREGUNTABA SI PODRÍA MANTENER AQUELLA ACTITUD POR MUCHO TIEMPO ANTE ANDRÉ. TEMÍA QUE SOSPECHASE QUE ALGO ANDABA MAL ENTRE ELLOS. HARÍA LO POSIBLE POR NO DECIRLE LA VERDAD, NO PODÍA… PERO, POR OTRA PARTE, ÉL LA CONOCÍA DEMASIADO PARA NO LLEGAR A INTUIR LA VERDAD… EN AQUEL MOMENTO, BAJARON DOS TRABAJADORES FRANCESES, Y SABRINA SUBIÓ A SU HABITACIÓN A VESTIRSE. ENTRETANTO, SE HABÍA PRODUCIDO UN PROBLEMA EN UNA DE LAS MÁQUINAS, Y HABÍAN LLEGADO LAS PIEZAS DE RECAMBIO ADECUADAS. ANTOINE NECESITABA LA AYUDA DE SU PADRE… AQUELLA INTERRUPCIÓN, QUE DURÓ TODO EL RESTO DE LA MAÑANA Y PARTE DE LA TARDE, PERMITIÓ QUE SABRINA ESTUVIERA PREPARADA PARA SALIR HACIA LA CIUDAD ANTES DE QUE PUDIERA VOLVER A HABLAR EN PRIVADO CON ANDRÉ. ERAN LAS SEIS DE LA TARDE. SI SALÍA EN AQUEL MOMENTO HACIA SAN FRANCISCO, TENDRÍA EL TIEMPO JUSTO PARA DETENERSE EN LA MANSIÓN THURSTON, BAÑARSE, CAMBIARSE DE ROPAS E IR A CHINATOWN. SE DESPIDIÓ DE ANDRÉ DÁNDOLE UN BESO EN LA MEJILLA, Y ANTOINE LE DIJO ADIÓS BROMEANDO, INCAPAZ DE CONVENCER A NADIE.
SABRINA SUBIÓ AL COCHE.
—HASTA EL SÁBADO… SED BUENOS CHICOS…
—TE LLAMARÉ ESTA NOCHE —LE DIJO ANDRÉ; PERO NO PARECÍA SATISFECHO. SABRINA SE HABÍA MOSTRADO EXTRAÑA DURANTE TODO EL DÍA, Y NO TENÍA GANAS DE TRABAJAR. ESTABA MUY PREOCUPADO, Y ELLA LO HABÍA ADVERTIDO.
—NO TE PREOCUPES. YA LLAMARÉ.
ESPERABA HABLAR CON ANDRÉ CUANDO LLEGARA A SU CASA DE SAN FRANCISCO. NO TENÍA NI IDEA DE CUÁNTO PODRÍA DURAR LA INTERVENCIÓN, DE CÓMO SE SENTIRÍA DESPUÉS. NI SIQUIERA PODÍA IMAGINARSE EN QUÉ ESTADO VOLVERÍA A CASA. HABÍA DECIDIDO HACER EL VIAJE EN SU PROPIO COCHE, PERO, AL VOLVER DE CHINATOWN, TENDRÍA QUE CONDUCIRLO ELLA MISMA HASTA LLEGAR A LA MANSIÓN THURSTON.
SABRINA HIZO ARRANCAR EL COCHE Y DEJÓ A PADRE E HIJO CON MÁS INQUIETUD QUE TRANQUILIDAD.
—ALGO ANDA MAL —SE DIJO ANDRÉ CON VOZ SUFICIENTEMENTE ALTA PARA QUE LA OYERA ANTOINE.
—CREO QUE ESTÁ ENFERMA.
ANDRÉ SE VOLVIÓ HACIA SU HIJO COMO MOVIDO POR UN RESORTE.
—¿QUÉ TE HACE PENSARLO?
—HACE MÁS DE UNA SEMANA ESTUVO A PUNTO DE DESMAYARSE EN MIS BRAZOS. EN LOS VIÑEDOS.
—¿POR QUÉ NO ME LO DIJISTE? —REPUSO CON UNA ASPEREZA INHABITUAL EN ÉL. SIN EMBARGO, PENSÓ QUE AL MENOS ERA UN ALIVIO TENER A ALGUIEN CON QUIEN PODER HABLAR DE ELLA. HACÍA DÍAS QUE AMBOS SE SENTÍAN PREOCUPADOS POR SABRINA, CADA UNO POR SU PARTE, Y SEGUIR FINGIENDO QUE NO LO ESTABAN NO HACÍA MÁS QUE EMPEORAR LA SITUACIÓN.
—ME HIZO PROMETER QUE NO TE DIJERA NADA —CONFESÓ ANTOINE—. LE DIJE QUE FUERA A VER AL MÉDICO Y QUE, SI NO LO HACÍA, YO MISMO LE PEDIRÍA HORA PARA LA VISITA.
—MENOS MAL… ¿Y QUÉ…?
—AL VOLVER, ME DIJO QUE EL DOCTOR LA HABÍA ENCONTRADO EN PERFECTO ESTADO DE SALUD. —PERO ANTOINE NO HABÍA QUEDADO CONVENCIDO NI LO ESTABA TAMPOCO AHORA Y, POR FIN, DECIDIÓ HABLAR CLARO POR MÁS QUE SUS PALABRAS LE DOLIERAN A ANDRÉ—. NO CREO QUE SE ENCUENTRE TAN BIEN COMO DICE, PAPÁ… ALGUNA VEZ LA HE OÍDO VOMITAR… Y EL OTRO DÍA CASI VOLVIÓ A DESMAYARSE.
—MERDE. —ANDRÉ PALIDECIÓ. APRETANDO LOS PUÑOS, PREGUNTÓ A ANTOINE—: ¿DÓNDE CREES QUE VA AHORA?
SU HIJO MENEÓ LA CABEZA.
—NO LO SÉ… ¿QUIZÁ A HACERSE UN ANÁLISIS? O A VER DE NUEVO AL MÉDICO. NO PUEDO IMAGINÁRMELO. SÓLO PUEDO GUIARME POR LO QUE ELLA ME DIJO, QUE SU ESTADO DE SALUD ERA PERFECTO.
—ESTÁ CLARO QUE ESO NO ES CIERTO. HACE MÁS DE UNA SEMANA QUE ESTÁ ENFERMA Y NO ME HA DICHO NADA. —Y ENTONCES, LANZANDO UNA RESUELTA MIRADA A SU HIJO, HIZO LO QUE ACABABA DE DECIDIR. ECHÓ AL SUELO LA HERRAMIENTA QUE TENÍA EN LA MANO Y ECHÓ A ANDAR HACIA SU COCHE A GRANDES ZANCADAS.
—OÙ VAS TU? —ANTOINE CORRIÓ TRAS ÉL PENSANDO EN LA INUTILIDAD DE SU PREGUNTA. SABÍA MUY BIEN CUÁLES ERAN LAS INTENCIONES DE SU PADRE.
—VOY A SEGUIRLA. —ANDRÉ PUSO EL COCHE EN MARCHA. AÚN TENÍA LAS MANOS LLENAS DE TIERRA, PERO LO MISMO LE DABA. SÓLO LE IMPORTABA LA MUJER A QUIEN AMABA Y, EN AQUEL MOMENTO, IBA EN POS DE ELLA.
ANTOINE SE DESPIDIÓ DE SU PADRE AGITANDO UNA MANO, Y SE SINTIÓ ALIVIADO AL VERLE DESAPARECER EN LA PRIMERA CURVA DE LA CARRETERA. SABRINA LE LLEVABA VEINTE MINUTOS DE VENTAJA, PERO ÉL TENÍA FE EN SU PADRE. SABÍA QUE IRÍA HASTA EL FONDO DEL ASUNTO Y OBLIGARÍA A SABRINA A HACER LO QUE FUERA MEJOR.
ANDRÉ MANTUVO EL PIE SOBRE EL ACELERADOR DURANTE TODO EL CAMINO. TUVO QUE DETENERSE UN MOMENTO A CAUSA DE UN PEQUEÑO EMBOTELLAMIENTO DE TRÁFICO, PERO ACELERÓ ENSEGUIDA A LO LARGO DEL BAY BRIDGE, EL FAMOSO PUENTE, DANDO GRACIAS AL CIELO POR EL HECHO DE HABERLO ENCONTRADO ABIERTO EN AQUEL MOMENTO. POCO DESPUÉS ENTRÓ EN NOB HILL A LA MÁXIMA VELOCIDAD, Y DIVISÓ ENSEGUIDA EL COCHE DE SABRINA. ESTABA ESTACIONADO ANTE LA MANSIÓN THURSTON. UNA OLEADA DE GRATITUD LE INUNDÓ EL CORAZÓN. SU AMADA ESTABA ALLÍ, LA HABÍA ENCONTRADO… POR FIN SALDRÍA DE AQUELLA ANGUSTIOSA DUDA… PERO, TAN PRONTO COMO ENFILÓ LA CALLE QUE CONDUCÍA A LA MANSIÓN, LA VIO SALIR SOMBRÍAMENTE VESTIDA. SE CUBRÍA LA CABEZA CON UN CHAL, CALZABA ZAPATOS DE TACÓN BAJO Y LLEVABA UN VIEJO ABRIGO QUE ÉL JAMÁS LE HABÍA VISTO PUESTO. PRESUROSA, CORRIÓ HACIA EL COCHE. MOVIDO POR UN SENTIMIENTO INSTINTIVO, ANDRÉ DECIDIÓ SEGUIRLA. HIZO MARCHA ATRÁS PARA NO SER VISTO Y EMPEZÓ LA PERSECUCIÓN EN CUANTO SABRINA PUSO EL COCHE EN MARCHA. ENSEGUIDA GIRÓ HACIA LA CALLE JACKSON Y SE DIRIGIÓ AL ESTE. ANDRÉ, QUE LA SEGUÍA A UNA DISTANCIA PRUDENCIAL, SE SORPRENDIÓ AL VER QUE EL COCHE DE SABRINA SE DETENÍA EN UNA CALLE DE CHINATOWN. AQUELLO CARECÍA DE SENTIDO, SOBRE TODO, A AQUELLA HORA DE LA NOCHE. POR UN MOMENTO SINTIÓ UNA PUNZADA EN EL CORAZÓN. ¿SE TRATARÍA DE OTRO HOMBRE? PERO NO VESTÍA DE MODO ADECUADO PARA ACUDIR A UNA CITA AMOROSA.
ASÍ QUE, TAN PRONTO ELLA HUBO ESTACIONADO EL COCHE, CRUZÓ RÁPIDAMENTE LA CALLE PARA DETENERSE ANTE UNA PUERTA VIEJA Y MUGRIENTA. LLAMÓ CON LOS NUDILLOS, VACILÓ UN MOMENTO, VOLVIÓ A LLAMAR Y LA PUERTA SE ABRIÓ. HUBO UN BREVE INTERCAMBIO DE PALABRAS Y DESPUÉS ENTREGÓ UN SOBRE A ALGUIEN QUE ANDRÉ NO PUDO VER. EN CAMBIO OBSERVÓ, A PESAR DE LA ESCASA LUZ QUE ILUMINABA EL LUGAR, QUE ESTABA MORTALMENTE PÁLIDA, LO QUE LE INDICÓ EN EL ACTO LA INMINENCIA DE ALGÚN PELIGRO. IBA A SUCEDERLE ALGO POCO AGRADABLE. ALGUIEN LA ESTABA AMENAZANDO, QUIZÁ CHANTAJEANDO. TRAS ESTACIONAR EL COCHE EN UNA BOCACALLE SECUNDARIA, ANDRÉ CORRIÓ HACIA LA PUERTA POR DONDE ELLA HABÍA DESAPARECIDO. NO LE IMPORTABA CORRER CUALQUIER RIESGO. SABRINA ERA YA UNA IMPORTANTE PARTE DE SU VIDA, Y NO PERMITIRÍA QUE NADIE LE CAUSARA EL MENOR DAÑO. Y SI NO PODÍA EVITARLO, SERÍA CAPAZ DE MATAR AL CULPABLE. LLAMÓ A LA PUERTA CON LOS NUDILLOS. UNA VEZ, DOS VECES… PERO NADIE RESPONDIÓ. ENTONCES, SIN VACILAR NI UN INSTANTE, EMPEZÓ A GOLPEAR FUERTEMENTE LA PUERTA Y A COMPROBAR SU SOLIDEZ PARA VER SI PODÍA ROMPERLA O DERRIBARLA. LÁSTIMA QUE NO SE HUBIERA LLEVADO A ANTOINE CONSIGO. PERO, EN CUANTO TUVO AQUEL PENSAMIENTO, LA PUERTA SE ENTREABRIÓ.
—GRACIAS —DIJO ANDRÉ, SORPRENDIENDO A LA MUJER QUE HABÍA AL OTRO LADO DE LA PUERTA Y DÁNDOLE EN LA CARA CON LA MISMA AL ENTRAR BRUSCAMENTE EN LA CASA. SE ENCONTRÓ EN UN OSCURO Y PEQUEÑO VESTÍBULO, AL FONDO DEL CUAL SE VEÍA UNA ESTRECHA ESCALERA. LA VIEJA REACCIONÓ ECHÁNDOSELE CASI ENCIMA.
—NO PUEDE ENTRAR AQUÍ.
—SÍ PUEDO. MI ESPOSA ESTÁ AHÍ DENTRO. ACABA DE VENIR —LE MINTIÓ—. ME ESTÁ ESPERANDO. —MIENTRAS OBSERVABA A LA VIEJA, QUE IBA CUBIERTA CON UN SUCIO Y DESHILACHADO ALBORNOZ Y CALZABA UNAS RAÍDAS ZAPATILLAS, VOLVIÓ A PREGUNTARSE QUÉ HABÍA IDO A HACER SABRINA A AQUEL LUGAR. LA ESTARÍAN CHANTAJEANDO. NO PODÍA SER OTRA COSA—. LA SEÑORA HARTE. ¿DÓNDE ESTÁ?
—NO LO SÉ… AQUÍ NO HAY NADIE… SE EQUIVOCA USTED…
SIN PERDER MÁS TIEMPO, ANDRÉ EMPUJÓ A LA VIEJA CONTRA LA PARED.
—¿DÓNDE ESTÁ MI MUJER? ¡DÍGAMELO AHORA MISMO! —LE RUGIÓ, MIENTRAS ELLA ECHABA UNA INQUIETA MIRADA HACIA LO ALTO DE LA ESCALERA, UNA MIRADA QUE RESULTÓ CASI MENOS RÁPIDA QUE LOS PIES DE ANDRÉ AL SUBIR LOS VIEJOS PELDAÑOS.
LA MUJER LE SIGUIÓ, CHILLANDO. INTENTÓ EVITAR QUE EL INTRUSO ABRIERA LA PRIMERA PUERTA DEL SEGUNDO PISO, PERO NO LO CONSIGUIÓ. TRAS ABRIRLA DE UN EMPUJÓN, IRRUMPIÓ EN UNA HABITACIÓN NO MAYOR QUE UN CALABOZO, QUE TENÍA UNA LARGA Y MUGRIENTA MESA EN EL CENTRO. A SU LADO, HABÍA UNA BANDEJA DE INSTRUMENTOS QUIRÚRGICOS SOBRE UN TABURETE. SABRINA, MEDIO DESNUDA, SE HALLABA DE PIE EN UN RINCÓN DE LA ESTANCIA… DE PRONTO, APARECIÓ UN HOMBRE ALTO Y ANDRAJOSO. EMPUÑABA UNA PISTOLA. SABRINA Y LA VIEJA GRITARON A LA VEZ. ANDRÉ SE QUEDÓ CLAVADO DONDE ESTABA, PERO DIRIGIÓ UNA RÁPIDA MIRADA A SABRINA, MIENTRAS EL MÉDICO LE APUNTABA CON EL ARMA.
—¿ESTÁS BIEN? —LE PREGUNTÓ A SU AMADA. ÉSTA ASINTIÓ Y VOLVIÓ LA MIRADA HACIA EL HOMBRE QUE EMPUÑABA LA PISTOLA—. ¿POR QUÉ SE HALLA AQUÍ? —PREGUNTÓ A LOS OTROS DOS, AUNQUE AHORA LO ADIVINABA.
—VINO POR SU PROPIA VOLUNTAD —RESPONDIÓ EL MÉDICO SIN DEJAR DE APUNTAR A ANDRÉ.
SABRINA CONTEMPLABA LA ESCENA CASI SIN ALIENTO.
—ESTA MUJER ES MI ESPOSA, Y NO LE NECESITA A USTED PARA NADA. —LA VOZ DE ANDRÉ SONÓ EXTRAÑAMENTE TRANQUILA—. COMETIÓ UN ERROR, PERO AHORA IBA A COMETER OTRO. VOY A LLEVÁRMELA A CASA. Y, EN CUANTO A USTED, YA PUEDE QUEDARSE CON EL DINERO. —ANDRÉ HABÍA ADVERTIDO QUE EL HOMBRE ESTABA BORRACHO, POR LO QUE LE HABLABA COMO A UN NIÑO. LUEGO, VOLVIÉNDOSE HACIA SABRINA, LE DIJO CON DUREZA—: VÍSTETE.
ESTABA YA PLENAMENTE CONVENCIDO DEL MOTIVO DE LA PRESENCIA DE SABRINA EN AQUEL LUGAR. HABÍA VISTO UNO COMO AQUÉL EN PARÍS, CUANDO, A LOS VEINTIÚN AÑOS, LLEVÓ ALLÍ A UNA MUCHACHA DE LA QUE SE HABÍA ENAMORADO. SOBREVIVIÓ AL TRANCE, PERO SE JURÓ QUE NINGUNA OTRA MUJER QUE ÉL AMARA PASARÍA POR AQUELLO, Y ASÍ FUE. POR EL RABILLO DEL OJO, OBSERVÓ QUE SABRINA, POR FIN, SE HABÍA VESTIDO. LE INDICÓ LA PUERTA CON UN GESTO DE LA MANO Y VOLVIÓ A MIRAR AL HOMBRE.
—NO SÉ SU NOMBRE —LE DIJO—, NI QUIERO SABERLO. JAMÁS DIREMOS A NADIE QUE ESTUVIMOS AQUÍ.
EMPUJÓ A SABRINA HACIA LA PUERTA; Y EL MÉDICO, DESPUÉS DE UN MOMENTO DE VACILACIÓN, BAJÓ LA PISTOLA Y LA DEJÓ PASAR, PERO SE QUEDÓ MIRANDO A ANDRÉ. ADMIRABA SUS ARRESTOS Y QUERÍA AYUDARLE… CON LO ÚNICO QUE SABÍA HACER.
—SI QUIERE SE LO HARÉ EN UN MOMENTO. ENTRETANTO, PUEDE ESPERAR AHÍ FUERA.
LA PROPOSICIÓN LE CAUSÓ NÁUSEAS, PERO DISIMULÓ. DIO LAS GRACIAS AL MÉDICO Y, AGARRANDO A SABRINA POR EL BRAZO, LA CONDUJO ESCALERA ABAJO SIN AÑADIR PALABRA. ABRIÓ LA PUERTA POR LA QUE HABÍAN ENTRADO DESDE LA CALLE Y EMPUJÓ A SU AMIGA HACIA FUERA SIN QUE VOLVIERA A OÍRSE NINGÚN RUIDO NI PALABRA PROCEDENTE DE LA CASA QUE ESTABAN DEJANDO. ANDRÉ RESPIRÓ PROFUNDAMENTE Y, EN SILENCIO, TIRÓ DE SABRINA HACIA EL LUGAR DONDE HABÍA DEJADO PRECIPITADAMENTE APARCADO EL COCHE MINUTOS ANTES. ABRIÓ LA PORTEZUELA DEL VEHÍCULO Y EMPUJÓ RUDAMENTE A SU AMIGA HACIA EL INTERIOR DEL MISMO.
—ANDRÉ… —DIJO CON VOZ TEMBLOROSA—. TENGO AHÍ MI COCHE… QUIZÁ PODRÍA…
ANDRÉ LA MIRÓ. TENÍA EL ROSTRO LÍVIDO DE IRA.
—¡NO ME DIGAS NADA! —LE GRITÓ CON VOZ TENSA, Y ELLA ESTABA DEMASIADO ASUSTADA INCLUSO PARA LLORAR.
SIN DECIR PALABRA, LA CONDUJO A LA MANSIÓN THURSTON Y DETUVO EL COCHE FRENTE A LA CASA. CUANDO HUBIERON BAJADO, SABRINA INTENTÓ ABRIR LA PUERTA, PERO LE TEMBLABAN DE TAL MODO LAS MANOS QUE NO LO CONSIGUIÓ. ANDRÉ LE ARREBATÓ LAS LLAVES, ABRIÓ Y ENTRÓ. ESPERÓ A QUE ELLA LO HICIERA Y CERRÓ LA PUERTA. ENTONCES, LE GRITÓ A SU AMIGA:
—¡DIOS MÍO! ¿QUÉ DEMONIOS ESTABAS HACIENDO ALLÍ? ¿ACASO NO SABES QUE HABRÍAS PODIDO MORIR EN AQUELLA MUGRIENTA MESA? ¿NO TE DISTE CUENTA DE QUE EL HOMBRE ESTABA BORRACHO? ESCÚCHAME… —LA AGARRÓ POR LOS HOMBROS CON AMBAS MANOS Y LA SACUDIÓ.
—¡SUÉLTAME! —GRITÓ SABRINA APARTÁNDOSE. LLOROSA, AÑADIÓ—: ¿QUÉ OTRA ALTERNATIVA TENÍA? ¿QUÉ HABRÍAS QUERIDO QUE HICIERA? ¿QUE ME LO HICIESE YO MISMA? ¡INCLUSO EN ESO LLEGUÉ A PENSAR! NO SÉ CÓMO…
CAYÓ DE RODILLAS EN EL VESTÍBULO, ABRUMADA POR EL IMPACTO DE LO QUE HABÍA ESTADO A PUNTO DE HACER.
NO LE FUE NECESARIO HABLAR PARA QUE ANDRÉ COMPRENDIERA CUÁNTO ESTABA SUFRIENDO. POR FIN, SABRINA LEVANTÓ LA CABEZA; TENÍA EL ROSTRO DESFIGURADO POR EL LLANTO; QUERÍA HABLAR, PERO LOS SOLLOZOS SE LO IMPEDÍAN. ENTONCES, ANDRÉ LA ATRAJO HACIA SÍ, LEVANTÁNDOLA Y LA ESTRECHÓ ENTRE LOS BRAZOS, TAMBIÉN CON LOS OJOS LLENOS DE LÁGRIMAS.
—¿CÓMO HAS PODIDO HACER SEMEJANTE COSA? ¿POR QUÉ NO ME LO DIJISTE? —SÍ, SE TRATABA DE ESO; NO HABÍA DUDA ALGUNA—. ¿POR QUÉ NO CONFIASTE EN MÍ? ¿CUÁNTO TIEMPO HACE QUE LO SABÍAS?
ANDRÉ LA ARRASTRÓ HACIA UN SILLÓN, Y LA HIZO SENTAR SOBRE SUS RODILLAS COMO SI FUERA UNA NIÑA. SABRINA PARECÍA HALLARSE A PUNTO DE DESVANECERSE EN LOS BRAZOS DE ANDRÉ, PERO ÉSTE NO SE SENTÍA MUCHO MEJOR QUE ELLA.
—LO DESCUBRÍ LA SEMANA PASADA —DIJO SABRINA CON VOZ CANSADA Y VACILANTE. ANDRÉ PODÍA SENTIR CÓMO TEMBLABA TODO SU CUERPO. DE SÚBITO, SABRINA SE PREGUNTÓ SI, DE NO HABER SIDO POR LA VALIENTE INTERVENCIÓN DE SU AMIGO, AÚN ESTARÍA VIVA EN AQUEL MOMENTO… AHORA SE DABA PERFECTA CUENTA DEL ERROR QUE HABÍA COMETIDO…—. CREÍ QUE DEBÍA SOLUCIONARLO SOLA… NO QUERÍA QUE TE SINTIERAS PRESIONADO…
—TAMBIÉN ES HIJO MÍO, SABRINA… ¿ACASO CREÍAS QUE NO TENÍA DERECHO A SABERLO?
SABRINA ASINTIÓ CON LA CABEZA, APENADA; APENAS PODÍA HABLAR.
—SI SUPIERAS CUÁNTO LO LAMENTO… YO… —NO PUDO SEGUIR, Y ANDRÉ LA ENVOLVIÓ DE NUEVO EN UN ABRAZO MIENTRAS DEJABA QUE SE DESAHOGASE LLORANDO. LUEGO PROSIGUIÓ—: TODO SE DEBE A QUE YA TENGO DEMASIADA EDAD… ADEMÁS, NO ESTAMOS CASADOS… NO QUERÍA QUE CREYERAS…
ANDRÉ LA MIRÓ A LOS OJOS.
—¿POR QUÉ CREES QUE ESTOY CONSTRUYENDO ESA CASA? ¿PARA ANTOINE? ¿POR QUÉ CREES QUE LA MANDÉ EDIFICAR?
SABRINA LO MIRÓ DESCONCERTADA.
—PERO TÚ NUNCA ME DIJISTE…
—¿CÓMO IBA A CREER QUE FUERAS TAN TONTA? PUES SÍ, QUIERO CASARME CONTIGO, CREÍA QUE AÚN PODÍAMOS TOMARNOS ALGÚN TIEMPO, Y PREVEÍA LA BODA PARA ESTE MISMO AÑO. ESTABA SEGURO DE QUE LO HABÍAS ADVERTIDO.
—¿CÓMO PODÍA SABERLO? NUNCA ME DIJISTE NADA…
—MERDE, ALORS. —LA MIRÓ, INCRÉDULO—. ERES LA MUJER MÁS LISTA QUE CONOZCO, Y A VECES LA MÁS BOBA TAMBIÉN. —SABRINA SONRIÓ A TRAVÉS DE LAS LÁGRIMAS Y ÉL LE BESÓ LOS OJOS. LUEGO SU SEMBLANTE VOLVIÓ A ADQUIRIR GRAVEDAD. NINGUNO DE LOS DOS QUERÍA PENSAR EN LO QUE HABÍA SUCEDIDO UNA HORA ANTES. ERA LA EXPERIENCIA MÁS HORRIBLE DE LA VIDA DE SABRINA, Y QUIZÁ TAMBIÉN DE LA DE ANDRÉ. HABÍA ESTADO A PUNTO DE PERDERSE UNA VIDA, UNA VIDA QUE AMBOS ESTABAN OBLIGADOS A CONSERVAR, Y ELLA SABÍA QUE, DESPUÉS DE SU INTERRUPCIÓN, JAMÁS HABRÍA VUELTO A SER LA MISMA. SE ESTREMECIÓ AL PENSAR EN ELLO—. BUENO, AHORA DIME UNA COSA… ¿DE VERAS TENÍAS TANTOS DESEOS DE LIBRARTE DEL BEBÉ? —ERA UN PROBLEMA CON EL QUE HABÍA QUE ENFRENTARSE. DEBÍA DE HABER DESEADO ELIMINAR A LA CRIATURA MUY DESESPERADAMENTE PARA DECIDIRSE A SOPORTAR AQUELLA PESADILLA.
PERO PARA ASOMBRO DE ANDRÉ, SABRINA NEGÓ CON LA CABEZA.
—SINCERAMENTE, NO LO DESEABA. PERO QUERÍA HACERLO POR TI…
ERA CIERTO, NI SIQUIERA SU EDAD PARECÍA IMPORTARLE TANTO COMO UNA SEMANA ANTES. SABRINA HABÍA PENSADO MUCHO EN EL PROBLEMA QUE SE LE PRESENTABA Y HABÍA LLEGADO A LA CONCLUSIÓN DE QUE DEBÍA LIBRARSE DE LA CRIATURA POR ÉL, PARA NO COMPLICARLE LA VIDA, PARA NO DAR LA IMPRESIÓN DE QUE QUERÍA OBLIGARLE A CASARSE CON ELLA.
—¿QUERÍAS HACERLO POR MÍ? —PARECIÓ PASMADO Y NO PUDO EVITAR QUE LE TEMBLARAN LAS MANOS AL PENSAR EN EL PELIGRO QUE SABRINA HABÍA CORRIDO—. HABRÍAS PODIDO MORIR. POR NO MENCIONAR A NUESTRO BEBÉ, AL QUE HABRÍAS MATADO.
—NO DIGAS ESO —DIJO SABRINA CERRANDO LOS OJOS. AL HACERLO, LAS LÁGRIMAS QUE INUNDABAN SUS OJOS LE CORRIERON POR LAS MEJILLAS—. SÓLO PENSÉ QUE… —ÉL LA INTERRUMPIÓ EN AQUEL PUNTO. NO ERAN NECESARIOS MÁS REPROCHES NI JUSTIFICACIONES.
—BIEN, RESUMAMOS. ADMITO QUE TE EQUIVOCASTE, PERO AHORA PREGUNTO: ¿QUIERES TENER A NUESTRO HIJO?
—SÍ. ¿PERO NO CREES QUE ES UNA RIDICULEZ A MI EDAD?
ANDRÉ SE ECHÓ A REÍR.
—YO AÚN SOY MÁS VIEJO QUE TÚ, Y NO ME SIENTO RIDÍCULO. EN REALIDAD —LA BESÓ EN EL CUELLO—, ME SIENTO MUY JOVEN Y FUERTE. —SABRINA LE SONRIÓ Y SE BESARON.
—¿QUIERES QUE TENGA LA CRIATURA?
—¡CLARO QUE SÍ! SIN EMBARGO, HE DE PREGUNTARTE POR QUÉ ESTABAS TAN SEGURA DE QUE ESO NO SUCEDERÍA… ME PARECE RECORDAR QUE ME DIJISTE QUE ERA IMPOSIBLE QUE QUEDARAS EMBARAZADA… —AHORA, YA SÓLO BROMEABA. LA PESADILLA DE CHINATOWN EMPEZABA A DISIPARSE.
—ME EQUIVOQUÉ —DIJO SABRINA SONRIENDO ENTRE DIENTES. EN ESE INSTANTE CASI PARECÍA VICTORIOSA.
—CONFIASTE DEMASIADO EN TU CADUCIDAD. TE ESTÁ BIEN EMPLEADO.
—NUNCA SABRÁS CUÁNTO.
LOS RECUERDOS LES HICIERON RECUPERAR LA SERIEDAD. CUANDO ANDRÉ VOLVIÓ A HABLAR, LO HIZO CON GRAVEDAD:
—TE SUCEDA LO QUE TE SUCEDA EN ESTA VIDA, SABRINA, POR DESAGRADABLE, HORROROSO, SÓRDIDO O TRISTE QUE SEA, DEBERÁS DECÍRMELO. NO TIENES POR QUÉ OCULTARME NADA. NADA. ¿ESTÁ CLARO?
—SÍ. LAMENTO… —EMPEZÓ A LLORAR DE NUEVO Y ÉL LA ESTRECHÓ—. CUANDO RECUERDO LO QUE ESTUVE A PUNTO DE HACER… —ÉL LE CERRÓ LA BOCA CON UN BESO Y LUEGO LA ACUNÓ COMO SI FUERA UNA NIÑA.
—NO PIENSES MÁS EN ELLO. TUVIMOS SUERTE. LLEGUÉ A TIEMPO DE PODER SEGUIRTE DESDE ESTA CASA. —SABRINA PARECIÓ ASOMBRADA—. SIN SABER POR QUÉ, SALTÉ A MI COCHE ALGÚN TIEMPO DESPUÉS DE QUE TE MARCHARAS DE NAPA. TENÍA EL PRESENTIMIENTO DE QUE ALGO ANDABA TERRIBLEMENTE MAL, Y NO ME EQUIVOQUÉ. PERO TODO ESO YA HA PASADO —CONCLUYÓ ANDRÉ. LUEGO, MIRANDO A SABRINA CON UNA RADIANTE SONRISA DIJO:
—VAMOS A TENER UN BEBÉ, AMOR MÍO. ¿NO TE SIENTES ORGULLOSA?
—SÍ, Y TAMBIÉN UN POCO RIDÍCULA. ME SIENTO COMO LA ABUELA DE MI FUTURO HIJO.
—PUES NO LO ERES.
—¿CÓMO CREES QUE SE LO TOMARÁN JON Y ANTOINE?
ÉL SUPUSO QUE JON SE LO TOMARÍA MAL, Y ANTOINE QUIZÁ MEJOR. NO PODÍA ESTAR SEGURO DE LA REACCIÓN DE LOS CHICOS. PERO LE DABA LO MISMO. SÓLO LE IMPORTABAN SABRINA Y SU FUTURO HIJO.
—SI SE LO TOMAN MAL, TANT PIS PARA ELLOS. SE TRATA DE NUESTRA VIDA Y DE NUESTRO HIJO. ELLOS SON YA DOS HOMBRES DUEÑOS DE SÍ MISMOS. CUANDO QUIERAN TENER HIJOS, NO NOS PEDIRÁN NUESTRO PARECER SOBRE LA OPORTUNIDAD DE PONERLOS EN EL MUNDO. POR LO TANTO, NOSOTROS DEBEMOS HACER LO MISMO.
SABRINA RIÓ ANTE LA SIMPLICIDAD DEL RAZONAMIENTO.
—ME HAS CONVENCIDO. LA COSA NO PUEDE SER MÁS SENCILLA. CON ESTO, TODO QUEDA ARREGLADO.
—NO DEL TODO. TE OLVIDAS DE UN DETALLE, UN DETALLE MUY PEQUEÑITO PERO SIN EMBARGO… ¿NO CREES QUE DEBIÉRAMOS CONCEDER A NUESTRO BEBÉ EL FAVOR DE LEGITIMARLO…? SABRINA, AMOR MÍO, ¿QUIERES CASARTE CONMIGO?
—¿LO DICES EN SERIO?
ANDRÉ VOLVIÓ A REÍR Y, SEÑALANDO EL VIENTRE AÚN PLANO DE SU AMADA, PREGUNTÓ:
—¿CREES QUE ESO ES ALGO SERIO?
—SÍ. —AHORA TAMBIÉN REÍA ELLA. AÚN TENÍA LOS OJOS ENROJECIDOS POR LAS LÁGRIMAS, PERO PARECÍA MUCHÍSIMO MÁS FELIZ—. MUY SERIO.
—PUES ASÍ HABLO YO. CON LA MAYOR SERIEDAD DEL MUNDO. ¿QUÉ ME CONTESTAS?
SABRINA LE RODEÓ EL CUELLO MIENTRAS RESPONDÍA:
—¡SÍ, SÍ… SÍ!
ÉL LA BESÓ CON FUERZA EN LA BOCA, LA LLEVÓ EN BRAZOS ESCALERAS ARRIBA, HASTA LA CAMA, Y LA DEPOSITÓ SUAVEMENTE EN SU LADO DEL LECHO. SABRINA HABÍA DADO A LUZ A JON EN AQUELLA CAMA, PERO AMBOS SABÍAN QUE ESTA VEZ NO SUCEDERÍA ASÍ. SU EDAD NO LE PERMITIRÍA TENER A SU HIJO EN CASA, Y ANDRÉ QUERÍA QUE SE TOMARAN TODAS LAS PRECAUCIONES NECESARIAS. CON TODO, EL PENSAMIENTO QUE AHORA PREDOMINABA EN SUS MENTES NO ERA UN NACIMIENTO, SINO UNA BODA.
—¿CUÁNDO NOS CASAMOS, AMOR MÍO? —PREGUNTÓ ANDRÉ MIRÁNDOLA CARIÑOSAMENTE. NUNCA LA HABÍA VISTO TAN HERMOSA.
—NO LO SÉ… QUIZÁ SI ESPERÁSEMOS A QUE VINIERA JON CON MOTIVO DE LAS VACACIONES DE PRIMAVERA… ME GUSTARÍA QUE ÉL ESTUVIERA AQUÍ.
ANDRÉ RIÓ SEÑALANDO DE NUEVO EL VIENTRE DE SU AMADA.
—CREO QUE TE OLVIDAS DE ALGO…
ELLA TAMBIÉN RIÓ.
—PUES SÍ… CREO QUE TIENES RAZÓN… NO CREO QUE DEBAMOS ESPERAR TANTO.
—¿CUÁNDO CALCULAS QUE NACERÁ?
—EL MÉDICO DIJO QUE EN OCTUBRE.
SÓLO FALTABAN SIETE MESES. AÚN PODRÍAN FINGIR QUE HABÍA NACIDO PREMATURAMENTE. A LA EDAD DE SABRINA, ERA POSIBLE QUE UN BEBÉ NACIERA DOS MESES ANTES DE LO NORMAL. EN REALIDAD, JUSTO LO POSIBLE.
—¿QUÉ TE PARECE EL SÁBADO PRÓXIMO?
ELLA SE RECOSTÓ EN LAS ALMOHADAS Y LO MIRÓ CON UNA SONRISA QUE LE HIZO PENSAR QUE SU AMADA ERA LA MUJER MÁS HERMOSA DEL MUNDO.
—ME PARECE ESTUPENDO. PERO… OYE, ¿ESTÁS SEGURO DE QUERER HACERLO?
—HE QUERIDO HACERLO DESDE EL MISMÍSIMO MOMENTO EN QUE TE CONOCÍ. SÓLO SIENTO HABER TENIDO QUE ESPERAR TANTO…, Y SOBRE TODO LAMENTO QUE NO NOS HUBIÉRAMOS CONOCIDO VEINTE AÑOS ANTES. —SABRINA TAMBIÉN HABÍA PENSADO LO MISMO. HABÍAN MALGASTADO MUCHO TIEMPO, PERO QUIZÁ ESTABA ESCRITO QUE LAS COSAS TENÍAN QUE OCURRIRLES DE AQUELLA MANERA—. COMO PUEDES VER, EL SÁBADO PRÓXIMO NO ES SUFICIENTEMENTE PRONTO.
SABRINA, RADIANTE DE FELICIDAD, PREGUNTÓ:
—¿LLAMAMOS A ANTOINE Y SE LO DECIMOS?
—LE LLAMARÉ LUEGO Y SE LO EXPLICARÉ TODO. PERO PRIMERO QUIERO QUE DESCANSES. EL DÍA QUE HAS PASADO NO HA SIDO PRECISAMENTE EL IDEAL PARA UNA FUTURA MAMÁ. DE HOY EN ADELANTE, VOY A CUIDAR DE TI COMO TE MERECES Y COMO LO REQUIERE TU ESTADO. ¿ME COMPRENDES? —MIRÓ EL RELOJ. ERAN LAS DOS DE LA MADRUGADA—. VOY A PREPARARTE ALGO PARA CENAR. AHORA, TENDRÁS QUE COMER POR DOS, ¿SABES?
SE INCLINÓ Y VOLVIÓ A BESARLA. DESPUÉS, FUE A LA COCINA Y LE HIZO UNA DE LAS TORTILLAS QUE A ELLA TANTO LE GUSTABAN, A LA FRANCESA. PERO, AQUELLA NOCHE, SABRINA NO COMIÓ NI POR UNO. ENTRE EL AGOTAMIENTO DEBIDO A LO QUE HABÍAN PASADO, LO AVANZADO DE LA HORA Y EL PEQUEÑO QUE EMPEZABA A CRECER EN SU ÚTERO, SE HABÍA QUEDADO PROFUNDAMENTE DORMIDA EN LA CAMA.