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DANIELLE STEEL, LA MANSIÓN, CAPITULO 4.

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LA KIMBALL HOUSE SE ALZABA CON ESPLÉNDIDA ELEGANCIA SOBRE EL HORIZONTE DE ATLANTA. UN ENJAMBRE DE HOMBRES SE ABALANZÓ SOBRE JEREMIAH PARA ALIGERARLE DE SU EQUIPAJE Y CONDUCIRLE AL SUNTUOSO VESTÍBULO, DONDE PARECÍA REVOLOTEAR UN EJÉRCITO DE SIRVIENTES. SU DECORACIÓN ERA MÁS PROPIA DE UNA GRAN SALA DE BAILE QUE DEL VESTÍBULO DE UN HOTEL. COMPARATIVAMENTE, HACÍA PALIDECER LA GRANDIOSIDAD DEL HOTEL PALACE DE SAN FRANCISCO, PERO JEREMIAH PREFERÍA LAS COMODIDADES, MÁS FAMILIARES, DEL PALACE. PARA ÉL, ERA EL MEJOR DEL MUNDO. SIN EMBARGO, EL KIMBALL NO DEJABA DE QUEDAR EN EL SEGUNDO LUGAR DE SU ORDEN DE PREFERENCIAS. JEREMIAH RECUPERÓ SU MALETA EN SU SUITE, DIO UNA MIRADA A SUS HABITACIONES, TOMÓ UN TRAGO Y, UN MOMENTO DESPUÉS, OYÓ QUE LLAMABAN CON LOS NUDILLOS A LA PUERTA. APARECIÓ UN LACAYO DEL SEÑOR BEAUCHAMP. NEGRO E IMPRESIONANTEMENTE ALTO, VESTÍA UNA LUJOSA LIBREA. LE ENTREGÓ UN SOBRE DE CREMOSO PAPEL CERRADO CON UN GRAN SELLO DE ORO.

—DE PARTE DEL SEÑOR BEAUCHAMP, SEÑOR.

—GRACIAS.

TRAS ABRIR APRESURADAMENTE EL SOBRE, JEREMIAH SACÓ DE ÉL LA GRAN TARJETA QUE CONTENÍA Y VIO QUE LE INVITABAN A CENAR A LAS OCHO DE AQUELLA NOCHE. HORARIO FRANCÉS, PENSÓ MIENTRAS VOLVÍA A DAR LAS GRACIAS AL LACAYO Y LE PEDÍA QUE DIJERA A LOS SEÑORES BEAUCHAMP QUE PODÍAN CONTAR CON ÉL. HACIENDO UNA LIGERA REVERENCIA, EL HOMBRE, RESPLANDECIENTE EN SU LIBREA, DESAPARECIÓ DE SU VISTA. JEREMIAH VAGÓ UN RATO POR SUS HABITACIONES PENSANDO EN LA NOCHE QUE LE ESPERABA. ESTABAN BELLAMENTE DECORADAS CON FINAS VELAS Y ANTIGÜEDADES FRANCESAS, PERO JEREMIAH SÓLO ENCONTRABA VACIEDAD A SU ALREDEDOR. OYÓ OTRA LLAMADA EN LA PUERTA: ERA UNA MUCHACHA NEGRA QUE LLEVABA, EN UNA GRAN BANDEJA, UN JULEPE —LA CONOCIDA BEBIDA ALCOHÓLICA SUREÑA CON HOJAS DE HIERBABUENA— Y UN PLATO DE TORTITAS RECIÉN SALIDAS DEL HORNO. NORMALMENTE, DESPUÉS DE UN LARGO VIAJE EN TREN, ERA LO QUE MÁS LE HABRÍA APETECIDO, PERO AHORA ÚNICAMENTE PODÍA PENSAR EN AMELIA. SÓLO FALTABAN UNAS HORAS PARA QUE LLEGARA A SAVANNAH, DONDE TENDRÍA EL PLACER DE VER A SU HIJA Y CONOCER A SU NUEVO NIETO; PERO, PARA JEREMIAH, NO HABÍA OTRA SATISFACCIÓN QUE LA DE IMAGINARSE QUE VOLVÍA A ESTRECHARLA EN SUS BRAZOS. AQUEL CERCANO RECUERDO NO DEJÓ DE CONTURBARLE MIENTRAS TOMABA UN LARGO SORBO DE JULEPE Y SALÍA A LA TERRAZA PARA CONTEMPLAR LA CIUDAD. HABÍA CRECIDO MUCHO DURANTE LOS VEINTE AÑOS POSTERIORES A LA GUERRA CIVIL Y, EN MUCHOS ASPECTOS, ERA UNA CIUDAD EN AUGE. SIN EMBARGO, BUENA PARTE DE ELLA TENÍA LA MISMA APARIENCIA DE ANTES DE LA GUERRA. LOS SUREÑOS SEGUÍAN MUY AFERRADOS A SUS ANTIGUAS COSTUMBRES, Y JEREMIAH SABÍA QUE AÚN PERDURABA EN ELLOS EL RESENTIMIENTO POR HABER SIDO ABSORBIDOS POR LA UNIÓN. POR UN INSTANTE, SE PREGUNTÓ CÓMO SERÍAN BEAUCHAMP Y SUS AMIGOS. SABÍA QUE TODOS DISPONÍAN DE MUCHO DINERO, PERO SOSPECHABA QUE BEAUCHAMP ERA UN NUEVO RICO DE RELUMBRÓN. ERA FÁCIL DEDUCIRLO DE LA LIBREA CON RECARGADAS INCRUSTACIONES DE ORO QUE LLEVABA SU LACAYO Y DEL ENORME SELLO DORADO DE LA INVITACIÓN.

JEREMIAH SE BAÑÓ E INTENTÓ DORMIR UN POCO ANTES DE SALIR PARA LA CENA, PERO ALLÍ, ECHADO SOBRE LA GRAN CAMA ENDOSELADA DE SU DORMITORIO, NO PUDO HACER OTRA COSA QUE PENSAR EN LA MUJERCITA DE PELO NEGRO Y GRANDES OJOS OSCUROS, CASI TAN OSCUROS COMO LOS ABALORIOS DE AZABACHE QUE ADORNABAN SU VESTIDO LA NOCHE EN QUE SE CONOCIERON. ¿A QUÉ SE DEBÍA QUE RECORDABA TODOS LOS DETALLES DE SUS ROPAS? NUNCA LE HABÍA SUCEDIDO. EN AQUEL MOMENTO, FUE TANTA LA INTENSIDAD CON QUE REMEMORÓ SU ELEGANCIA, SU HERMOSURA Y SU SENSUALIDAD, QUE SE LE HIZO UN NUDO EN LA GARGANTA. CONSIGUIÓ DISOLVERLO CON OTRO TRAGO DE JULEPE, PERO NADA PUDO AHUYENTAR A AMELIA DE SU MENTE, LO QUE LE HIZO PREGUNTARSE CÓMO PODRÍA HABLAR DE NEGOCIOS CON UNA CABEZA TAN LLENA DE ELLA. PERO LO DE AQUELLA NOCHE ERA SIMPLEMENTE UN ACTO DE CORTESÍA SOCIAL. SABÍA QUE LAS CONVERSACIONES SOBRE LA OPERACIÓN COMERCIAL PROYECTADA NO TENDRÍAN LUGAR HASTA EL DÍA SIGUIENTE. LOS SUREÑOS ERAN DEMASIADO CORRECTOS PARA MEZCLAR LOS NEGOCIOS CON EL PLACER. AQUELLA NOCHE, LOS BEAUCHAMP SE LIMITARÍAN A OFRECER UNA CENA TRANQUILA EN SU LUJOSA CASA, PARA DAR AL INCIVILIZADO HOMBRE DEL OESTE UNA PEQUEÑA MUESTRA DE LA HOSPITALIDAD DEL SUR. JEREMIAH LE SONRIÓ A SU PROPIA IMAGEN EN EL ESPEJO. CONTRASTABA VIVAMENTE CON SU ATEZADA PIEL, Y SU PELO NEGRO, COMO EL DE AMELIA… AMELIA… MIENTRAS BAJABA AL VESTÍBULO Y SALÍA A LA CALLE PARA SUBIR AL COCHE QUE ORVILLE BEAUCHAMP LE HABÍA ENVIADO, PENSABA QUE DEBIERA HABER OBEDECIDO A SUS DESEOS NO BAJANDO DEL TREN HASTA SAVANNAH.

EL LACAYO SALTÓ RÁPIDAMENTE AL SUELO, ABRIÓ LA PORTEZUELA DEL COCHE A JEREMIAH Y VOLVIÓ A SENTARSE DE UN BRINCO AL LADO DEL COCHERO, MIENTRAS UN SINFÍN DE ELEGANTES DAMAS CON BRILLANTES TRAJES DE NOCHE, ACOMPAÑADAS DE SUS IMPECABLES CABALLEROS, PASABAN JUNTO A ELLOS CAMINO DE LAS CENAS, CONCIERTOS Y OTROS ACONTECIMIENTOS SOCIALES QUE CONSTITUÍAN LA VIDA NOCTURNA DE ATLANTA.

EL COCHE ATRAVESÓ VELOZMENTE EL ESPLENDOR DE LA CALLE PEACHTREE PARA ENTRAR EN LA ZONA RESIDENCIAL DE LA CIUDAD Y DIRIGIRSE A LA CASA DE LOS BEAUCHAMP, CUYO ESPLENDOROSO ASPECTO ESTABA CASI A LA ALTURA DE LAS DEMÁS MANSIONES QUE LA RODEABAN. ERA UNA CASA RELATIVAMENTE NUEVA, CONSTRUIDA, OBVIAMENTE, DESPUÉS DE LA GUERRA CIVIL. NO RESULTABA EXCESIVAMENTE EXTRAVAGANTE Y HASTA PODÍA DECIRSE QUE ERA BONITA. DE PRONTO, JEREMIAH LAMENTÓ QUE AMELIA NO ESTUVIERA ALLÍ PARA TOMAR PARTE EN LA VELADA. DESPUÉS, HABRÍAN REGRESADO AL HOTEL Y PASADO UN BUEN RATO COMENTANDO LOS ATUENDOS Y LAS RIDICULECES DE LOS INVITADOS, RIENDO Y BEBIENDO UN POCO MÁS DE AQUEL VINO QUE ÉL HABÍA TRAÍDO DE NAPA. Y FUE EN AMELIA EN QUIEN SEGUÍA PENSANDO CUANDO LE DIO LA MANO A ELIZABETH BEAUCHAMP, LA EN OTRO TIEMPO HERMOSA Y AHORA MARCHITA ESPOSA DE ORVILLE BEAUCHAMP. ERA UNA RUBIA DESCOLORIDA, QUE TENÍA UNA PIEL PÁLIDA COMO EL LECHOSO VIDRIO DE CRIOLITA Y UNOS APAGADOS Y HÚMEDOS OJOS. ELIZABETH BEAUCHAMP DABA UNA IMPRESIÓN DE EXTREMADA FRAGILIDAD, DE COSA POCO DURADERA. CON SU VOZ TRISTE Y QUEJUMBROSA, HABLABA CONSTANTEMENTE DE LOS TIEMPOS ANTERIORES A LA GUERRA Y DE SU VIDA EN LA PLANTACIÓN «DE PAPÁ». ORVILLE PARECÍA NO OÍR NADA DE LO QUE ELLA DECÍA, AUNQUE, DE VEZ EN CUANDO, LA CHASQUEABA DICIENDO:

—BASTA YA, ELIZABETH. A NUESTROS INVITADOS NO LES INTERESA LA VIDA QUE LLEVABAS EN LA PLANTACIÓN DE TU PADRE. TODO AQUELLO YA PASÓ.

PALABRAS QUE PARECÍAN SENTARLE COMO LATIGAZOS Y QUE REDUCÍAN SU CHÁCHARA A SILENCIOSAS REMINISCENCIAS INTERIORES. EL LINAJE DE ORVILLE ERA MUY DISTINTO, OBVIAMENTE MENOS ARISTOCRÁTICO QUE EL DE SU ESPOSA. DE FACCIONES MÁS BIEN TOSCAS, EL SEÑOR BEAUCHAMP CERRABA CONTINUAMENTE LOS OJOS COMO SI ESTUVIERA PENSANDO EN ALGO IMPORTANTE. Y ERA EVIDENTE QUE LA ÚNICA COSA IMPORTANTE PARA ORVILLE ERAN LOS NEGOCIOS. TENÍA UN PELO TAN OSCURO COMO EL DE JEREMIAH, Y LA TEZ MENOS MORENA. EXPLICÓ QUE SUS ABUELOS ERAN DE ORIGEN FRANCÉS, Y QUE FUERON A NUEVA ORLEANS ANTES DE TRASLADARSE A GEORGIA. Y NO OCULTÓ QUE NO TENÍAN NADA CUANDO LLEGARON, COMO NO LO TENÍA SU PADRE TREINTA AÑOS DESPUÉS. FUE ORVILLE QUIEN HIZO LA PRIMERA FORTUNA DE LA FAMILIA, QUIEN SACÓ PARTIDO DE LA INDUSTRIALIZACIÓN DEL SUR DURANTE LA GUERRA Y DESPUÉS DE ELLA. SE HABÍA CONSTRUIDO UN PEQUEÑO IMPERIO, QUE, SEGÚN RECONOCÍA, AÚN NO ERA TAN GRANDE COMO DESEABA, PERO ASEGURABA QUE LLEGARÍA A SERLO, SOBRE TODO PUDIENDO CONTAR CON LA AYUDA DE HUBERT, SU HIJO, QUE SE LLAMABA COMO EL ABUELO DE ORVILLE.

PERO JEREMIAH TUVO LA IMPRESIÓN DE QUE HUBERT NO ERA TAN LISTO COMO EL PADRE. EN VEZ DE ELLO, TENÍA LA MISMA VOZ QUEJUMBROSA DE LA MADRE Y PARECÍA MUCHO MÁS INTERESADO EN GASTAR EL DINERO DE SU PADRE QUE EN HACER LO NECESARIO PARA GANARLO. HABLÓ DE LOS CABALLOS DE CARRERAS QUE HABÍA TRAÍDO DE KENTUCKY Y, EN UN APARTE A LOS HOMBRES, ELOGIÓ EL BURDEL QUE MÁS LE GUSTABA DE NUEVA ORLEANS. EN SUMA, UNA VELADA TEDIOSÍSIMA PARA JEREMIAH. TAMBIÉN ESTABAN PRESENTES DOS DE LOS OTROS MIEMBROS DEL CONSORCIO CON LOS QUE DEBERÍA NEGOCIAR. ERAN HOMBRES DE MÁS EDAD CON FUERTES OPINIONES Y UNAS ESPOSAS QUE NADA TENÍAN DE INTERESANTES Y QUE NO PARABAN DE HABLAR QUEDAMENTE ENTRE ELLAS. JEREMIAH ADVIRTIÓ QUE CASI NO DECÍAN NADA A ELIZABETH BEAUCHAMP, QUIEN PARECÍA IGNORARLAS POR COMPLETO. ERA FÁCIL OBSERVAR QUE LAS CONSIDERABA DE UN NIVEL MUCHO MÁS BAJO QUE EL SUYO, DADA SU ARISTOCRÁTICA CUNA EN LA PLANTACIÓN «DE PAPÁ».

OTRA COSA QUE NO SE LE PASÓ POR ALTO A JEREMIAH EN EL CURSO DE LA VELADA FUE LA SINGULAR OBSESIÓN DE LA FAMILIA BEAUCHAMP POR LA FORTUNA DE LOS DEMÁS, POR CUÁNTO DINERO TENÍA FULANO O MENGANO Y POR CÓMO LO HABÍAN CONSEGUIDO. ELIZABETH HABÍA PERDIDO CUANTO HUBIERA PODIDO TENER A CAUSA DE LA GUERRA. SU PADRE SE SUICIDÓ DESPUÉS DEL ARRASAMIENTO DE SU PLANTACIÓN, Y SU MADRE NO TARDÓ EN MORIR DE PENA, MÁS POR LA FORTUNA QUE HABÍA PERDIDO, PENSÓ JEREMIAH, QUE POR LA DESAPARICIÓN DE SU ESPOSO.

LOS BEAUCHAMP TAMBIÉN TENÍAN UNA HIJA QUE, SEGÚN ORVILLE, ERA UNA «JOYA PERFECTA», PERO, A JUZGAR POR LO VISTO, JEREMIAH SE ATREVIÓ A PONERLO EN DUDA. AQUELLA NOCHE, ASISTÍA A UN GRAN BAILE «ACOSADA POR TODOS LOS CHICOS DE ATLANTA», SEGÚN SU PADRE, QUIEN AÑADIÓ:

—NO PODRÍA SER DE OTRA MANERA… EL VESTIDO QUE LLEVA ME HA COSTADO UNA FORTUNA.

JEREMIAH SONRIÓ INEXPRESIVAMENTE AL OÍR TALES PALABRAS, CANSADO DE LA OBSESIÓN QUE AQUELLA GENTE TENÍA POR EL DINERO, Y NO PUDO POR MENOS DE PENSAR, MIENTRAS LA MONOTONÍA Y LA FUTILIDAD CAMPABAN A SU ALREDEDOR, CUÁNTO LE HABRÍA GUSTADO HALLARSE EN AQUEL MOMENTO EN SAVANNAH, VISITANDO CON AMELIA A SU HIJA Y A SU NIETO. QUÉ DIFERENCIA DE AMBIENTE HABRÍA ENCONTRADO ALLÍ… SE RIÓ DE SUS PENSAMIENTOS. EN REALIDAD, NO ERA EL PROBABLE CAMBIO DE ATMÓSFERA LO QUE LE ATRAÍA, SINO LA OCASIÓN DE HALLARSE CERCA DE AMELIA, DE INHALAR SU SENSUAL PERFUME, DE BESAR SUS LABIOS Y DE PASARSE HORAS ENTERAS MIRÁNDOLA A LOS OJOS. EL MERO HECHO DE PENSAR EN ELLA ANIMÓ SUS LABIOS CON UNA SONRISA QUE ELIZABETH BEAUCHAMP CREYÓ DIRIGIDA A ELLA. LA MUJER LE DIO UNOS DÉBILES GOLPECITOS EN LA MANO ANTES DE LEVANTARSE Y CONDUCIR A LAS SEÑORAS A OTRA SALA, MIENTRAS LOS HOMBRES ENCENDÍAN LOS CIGARROS Y SABOREABAN EL COÑAC. HASTA ENTONCES NO SE MENCIONÓ POR PRIMERA VEZ LA OPERACIÓN QUE LE HABÍA LLEVADO A ATLANTA, LO QUE SUPUSO UN ALIVIO PARA ÉL DESPUÉS DE AQUELLA VELADA TAN INCREÍBLEMENTE FASTIDIOSA.

Y COBRÓ NUEVOS ÁNIMOS CUANDO, AL MARCHARSE LOS PRIMEROS INVITADOS POCO DESPUÉS DE LAS DIEZ, SE REFUGIÓ EN EL PRETEXTO DE QUE ESTABA AGOTADO A CAUSA DEL LARGO VIAJE QUE HABÍA TENIDO QUE HACER Y QUE DESEABA VOLVER PRONTO AL HOTEL PARA TOMARSE UN BUEN DESCANSO ANTES DE EMPEZAR LAS NEGOCIACIONES PREVISTAS PARA LA MAÑANA SIGUIENTE. EL COCHE DE BEAUCHAMP LE LLEVÓ DE NUEVO AL HOTEL, Y, UNA HORA MÁS TARDE, SE HALLABA EN LA TERRAZA DE SU SUITE CONTEMPLANDO LA CIUDAD. VOLVIÓ A PENSAR EN LAS HORAS QUE HABÍA COMPARTIDO CON AMELIA, Y ALLÍ, SUMERGIDO EN LA REALIDAD DE ATLANTA, LE PARECIERON CASI UN SUEÑO. PERO NO TARDÓ EN OLVIDAR A LOS BEAUCHAMP Y A CUANTO LE RODEABA PARA PENSAR SÓLO EN ELLA.

—BUENAS NOCHES, AMOR MÍO —SUSURRÓ MIENTRAS VOLVÍA A SU DORMITORIO PENSANDO DE NUEVO EN LAS PALABRAS DE AMELIA: «CÁSESE, JEREMIAH, PROCURE TENER HIJOS…» PERO NO ERAN HIJOS LO QUE DESEABA TENER EN AQUEL MOMENTO. SÓLO QUERÍA TENERLA A ELLA. «LE AMO», LE HABÍA DICHO AMELIA. PODEROSAS PALABRAS DE UNA MUJER PODEROSA… SU MENTE Y SU CORAZÓN ESTABAN LLENOS DE ELLA CUANDO, POCO DESPUÉS, SE ACOSTÓ SINTIÉNDOSE DESESPERADAMENTE SOLO EN LA ELEGANTE CAMA ENDOSELADA.