13 UNA GRUESA CAPA DE NIEVE CUBRÍA LA CIUDAD CUANDO JEREMIAH Y CAMILLE BAJARON DEL TREN EN NUEVA YORK; ÉL, EMBELESADO EN LA CONTEMPLACIÓN DE SU ESPOSA, Y ELLA, DANDO PALMADAS DE ENTUSIASMO. LOS OJOS DE ELLA BRILLABAN EN MEDIO DEL AIRE FRÍO, ASOMANDO ENTRE LAS PIELES DE MARTA CEBELLINA QUE JEREMIAH LE HABÍA REGALADO POR NAVIDAD Y QUE, HACIENDO JUEGO CON EL MANGUITO, LE CUBRÍAN EL CUELLO Y PARTE DEL ROSTRO. TANTO POR SU ATUENDO COMO POR LA GRACIA CON QUE SU PEQUEÑA Y ENGUANTADA MANO SE APOYABA EN EL BRAZO DE JEREMIAH, PARECÍA UNA PRINCESA RUSA. ADORABA TODOS SUS HERMOSOS REGALOS Y NO DEJABA DE PENSAR EN LA SUERTE QUE HABÍA TENIDO AL PODER DEJAR ATLANTA...
EL AUTOBÚS SE DETUVO EN LA ESQUINA DE LA TERCERA AVENIDA Y LA CALLE TOWNSEND. CRYSTAL SE APEÓ Y MIRÓ A SU ALREDEDOR. TODO LE PARECIÓ SUCIO Y DESAGRADABLE. SÓLO HABÍA ESTADO DOS VECES EN SAN FRANCISCO, CON SU PADRE CUANDO ERA PEQUEÑA Y CON BOYD E HIROKO CUANDO BAUTIZARON A LA NIÑA. PERO AQUÉLLA ERA UNA ZONA DISTINTA DE LA CIUDAD. HABÍA BORRACHOS TENDIDOS EN LAS ACERAS, AUTOMÓVILES QUE CIRCULABAN A GRAN VELOCIDAD Y OLOR A CERVEZA Y A CUERPOS SUDADOS. AUN ASÍ, LA JOVEN EXPERIMENTÓ UNA EMOCIONANTE SENSACIÓN DE AVENTURA. EN LA TERMINAL DE AUTOBUSES COMPRÓ UN MAPA Y UN PERIÓDICO Y SE SENTÓ PARA ECHARLES UN VISTAZO...