Autores: ESTEBAN SAVIOLA, CLAUDIA ALMEIDA GARCÍA
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Capítulo 1: El Encuentro Misterioso
Los rayos del sol se filtraban a través del frondoso dosel del bosque pintoresco mientras Olivia y su pequeño hijo, Manuel, caminaban por un sendero serpenteante. Los tonos de verde vibrante los rodeaban, creando una atmósfera serena en el aire. El susurro suave de las hojas y el canto de los pájaros ofrecían una sensación de tranquilidad.
Olivia, una mujer atenta y curiosa, apreciaba cada momento que pasaba con su hijo. Manuel, un niño enérgico y amante de lo nuevo, corría hacia adelante, sus ojos se llenaban de asombro mientras admiraba la belleza natural que los rodeaba.
Fue entonces, al acercarse a un apacible estanque, cuando algo llamó la atención de Manuel. El chico disminuyó su paso, sus ojos se abrieron de par en par y señaló hacia el agua.
"¡Mamá, mira!" exclamó Manuel, su mirada estaba fija en el estanque. "¡Hay algo allí!"
Intrigada, Olivia se acercó y siguió con la mirada el dedo señalador de su hijo. Lo que vio la dejó asombrada. En el estanque, en medio de las ondulantes y centelleantes aguas, flotaba algo increíble.
Las tranquilas ondas susurraban historias extraordinarias. En el centro del estanque, como una perla radiante, yacía la figura de un bebé compuesto en un 99% de agua. Sus contornos eran transparentes y delicados, como si hubiera sido moldeado por la misma naturaleza.
El aliento de Olivia quedó atrapado en su garganta. "Manuel, debemos ayudar a este niño", susurró, con una voz llena de asombro y preocupación.
Manuel observaba el espectáculo, con mirada incomprensible, sus ojos estaban llenos de preguntas. "Mamá, ¿de dónde ha salido? Es... diferente a todo lo que he visto."
Una mezcla de cautela y curiosidad se apoderó de Olivia mientras se acercaba con cuidado al borde del estanque, extendiendo su mano hacia la niña del agua. Con delicadeza, alzó a la etérea figura de las profundidades translúcidas y la envolvió en su chaqueta, sintiendo la fresca humedad que traspasaba la tela.
La niña del agua miró a Olivia y Manuel con profundos ojos de zafiro. Su rostro emanaba serenidad y calma, pero también encerraba un misterio que los cautivó. Olivia sintió que aquel ser les traería algo extraordinario a sus vidas.
Decidieron llamarla Arenal, en honor al lago local donde la habían encontrado. Arenal se convirtió en un regalo de la naturaleza, una criatura misteriosa que cambió su existencia para siempre.
Al regresar a casa, comenzó un nuevo capítulo en sus vidas. Criaron a Arenal y, a cambio, ella les brindó un profundo sentimiento de compasión y una gran fuerza interior.
Capítulo 2: Lazos Más Allá de lo Ordinario.
Los años pasaron y Arenal floreció hasta transformarse de una niña del agua incorpórea en una joven de gracia etérea. Intentó entrelazarse en la telaraña de la vida ordinaria, pero sus alrededores se negaban a aceptar su naturaleza única. Cuanto más se esforzaba por encajar en la sociedad, más se sentía como una extraña, una criatura de un reino distinto.
En el pequeño pueblo donde Arenal y Manuel vivían, los rumores sobre su misterioso origen se extendieron como un reguero de pólvora. La gente la observaba con curiosidad, pero mantenía la distancia, incapaz de comprender su verdadera esencia. La existencia de Arenal se convirtió en objeto de intriga, y cada uno de sus movimientos era escudriñado por aquellos que luchaban por entender su extraordinario ser.
Con el paso del tiempo, entre Arenal y Manuel, se había forjado un vínculo que trascendía los límites de las relaciones ordinarias. Arenal, siempre perceptiva, reconocía el profundo afecto que Manuel sentía por ella. Observaba su adoración, su anhelo y sus intentos de hacerla sentir amada. Pero su propio corazón, compuesto de agua, permanecía inmune al fuego del amor.
Motivada por su deseo de ver a Manuel feliz, Arenal se empeñaba en buscar una compañera adecuada para él. Observaba a las chicas a su alrededor, en busca de alguien que pudiera darle el amor que ella nunca podría. Sin embargo, cada candidata era gentilmente rechazada por Manuel, quien se negaba a considerar cualquier conexión romántica que no involucrara a Arenal.
Él veía más allá de la fachada de la compatibilidad, y comprendía que nadie podía compararse con la enigmática chica del agua que había cautivado su corazón. En su presencia, descubría un sentimiento que trascendía los límites terrenales.
Arenal, observadora y sabia, reconocía la lealtad y la devoción de Manuel. Sabía que no podía corresponder a su amor de la manera que él anhelaba, pero deseaba encontrar la forma de brindarle felicidad. En lo más profundo de su ser, comprendía que el verdadero amor no podía ser forzado ni fabricado; era una fuerza intangible que se le escapaba.
Su vínculo se fortalecía cada vez más mientras navegaban juntos por las complejidades de la vida. Compartían risas, lágrimas y momentos de profunda empatía. Arenal, como siempre, recopilaba conocimiento sobre la experiencia humana, adquiriendo una comprensión que superaba con creces sus años.
Capítulo 3: La Transformación del Amor
El sol se proyectaba con un cálido resplandor sobre el frondoso bosque mientras Manuel y Arenal se sumergían en un abrazo sereno. Una sinfonía natural los envolvía, con el canto de los pájaros, que llegaba desde las ramas y una suave brisa susurrando entre las hojas.
Sus pasos juguetones los llevaron al corazón del bosque, donde una majestuosa cascada se erguía imponente, y sus aguas brillaban bajo la luz del sol. La grandiosidad de la naturaleza los sobrecogió.
Sin poder resistirse, Arenal y Manuel corrieron juguetonamente hacia el claro estanque formado por la caída de la cascada. Sus risas resonaron entre los árboles mientras chapoteaban en las cristalinas aguas, alejándose por un momento de las complicaciones de sus vidas.
Pero como siempre, el caprichoso destino decidió intervenir, girando el rumbo de los acontecimientos. Mientras jugaban bajo el refrescante rocío de la cascada, una poderosa oleada de agua cayó repentinamente sobre Arenal. La fuerza del agua desgarró su esencia, dispersando sus moléculas de agua por todo el estanque.
La alegría de Manuel se convirtió en pánico al ver cómo Arenal se desvanecía, y se disolvía en la esencia misma del agua que la definía. La desesperación se apoderó de él y se sumergió en las claras profundidades, buscando desesperadamente cualquier rastro de su amada Arenal. Pero sus esfuerzos fueron en vano, el agua no ofrecía consuelo, no había ninguna señal de su presencia.
Con lágrimas en sus ojos, Manuel gritó su nombre. Su voz estaba llena de esperanza y desesperación. "¡Arenal! ¿Dónde estás?"
Una voz melodiosa, tranquila y juguetona resonó en el aire, aparentemente proveniente de todas las direcciones. "No grites así, Manuel. No te preocupes. Por fin estoy en casa. He encontrado a mi madre del lago y a mi padre de la cascada. Me buscaron incansablemente después de que el tornado me arrastrara. Ahora, me he reunido con ellos y he descubierto mi verdadero yo. Por favor, transmite mi más sincero agradecimiento a tu madre por su calidez y cuidado."
La confusión y la añoranza abrumaron a Manuel mientras intentaba encontrar el origen de la voz incorpórea. "Pero, ¿y yo? ¿Cómo podré vivir sin ti?" suplicó, aferrándose a los débiles hilos de esperanza, deseando desesperadamente que Arenal correspondiera a su amor.
La voz de Arenal se abrió camino a través de su desesperación. "Manuel, tú me enseñaste a ser humana y a aceptar el amor en tu mundo. Pero mi comprensión del amor es vasta y trasciende las limitaciones terrenales. No puedo aprender a amar como ustedes, porque mi naturaleza se extiende más allá del alcance de los sentidos. Amo todo lo que toco, todo lo que se convierte en parte de mí."
El corazón de Manuel se hundió, el peso del amor no correspondido lo envolvió. Se dio cuenta de que su separación era inevitable, y amenazaba con ahogarlo en la tristeza. Las lágrimas rodaron por sus mejillas.
Pero en las palabras de Arenal, encontró un atisbo de consuelo. "No te desesperes, Manuel. Ocupas un lugar importante en lo más profundo de mi memoria. Y tus lágrimas, si no te importa, las guardaré como un recuerdo. Las llevaré como un colgante alrededor de mi cuello."
Ante esas palabras, Manuel experimentó una mezcla agridulce de aceptación y pérdida. Arenal había encontrado su verdadero hogar, se había reunido con sus padres elementales y había descubierto su propósito. Por doloroso que fuera, se dio cuenta de que sus caminos se habían separado, y estaban destinados a fluir por corrientes diferentes.
Manuel susurró con los ojos llenos de lágrimas: "Siempre atesoraré nuestro vínculo invisible, Arenal. Permanecerá en mi memoria, al igual que tú permanecerás por siempre en lo más profundo de mi corazón."
El bosque, una vez refugio de vida salvaje, parecía haber detenido su respiración, rindiendo homenaje a los ecos del amor perdido y los recuerdos acumulados.
Cuando Manuel emergió del agua, el peso del dolor se disipó de sus hombros, y se fundió hasta convertirse en una nueva determinación de honrar la existencia de Arenal. Un hilo de la esencia de Arenal se aferraba a sus lágrimas, brillando como diamantes líquidos. Con una frágil sonrisa, susurró: "Adiós, compañera acuática. Que encuentres la alegría eterna en el seno de tu verdadero hogar."
Y así, Manuel se marchó, llevando consigo el recuerdo de Arenal como un faro del extraordinario amor que una vez había experimentado. El bosque susurraba los secretos de su viaje, mientras la cascada danzaba en su agridulce despedida. Con cada paso que resonaba en el silencioso bosque, Manuel llevaba consigo la esencia de Arenal, grabada para siempre en su corazón.
POSDATA: Manuel le dio a Arenal su lágrima como un símbolo de su conexión, pero Arinal también le dio algo a Manuel antes de partir. ¿Qué crees que fue? Comenta abajo y te enviaré la respuesta correcta personalmente.
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