Fotorreportaje
Desde que pasaba por el estado de Lara, siempre rumbo a otros lares, tenía la idea de que ese enorme territorio era casi todo semidesértico o, al menos, bastante árido. Pura falta de interés, porque hubiese bastado revisar en cualquier página de Internet para conocer que existe una extensa zona montañosa que, incluso, es de bajas temperaturas.
Hace un tiempo me contaron de una de ellas, uno de esos sitios que no me atrevo a llamar pueblo, ni caserío. A casi tres horas de camino desde El Tocuyo, el pueblo más emblemático del estado de Lara, está Hato Arriba, a unos 1900 metros sobre el nivel del mar y tocándole las faldas a las montañas del estado de Trujillo.
Hato Arriba no es un pueblo, aunque podría llamarse así, excepto que no tiene una plaza, una alcaldía, una iglesia como la mayoría de estos. Tampoco sus casas están reunidas en un mismo sitio, por eso no le llamo caserío. Pero ahí está el sitio, con su nombre y sus cientos de casitas diseminadas por todo el monterío, junto a otras comunidades que tampoco llegan a llamarse pueblo.
Conseguir, en estos tiempos, un transporte que lo lleve a uno montaña arriba, es tan extraordinario como tres noches seguidas sin apagón. Con unos amigos que viven allá pudimos subir, en un camión en el que apenas cabía otra persona ni otro animal. El paisaje, a medida que nos alejábamos de El Tocuyo, me provocaba gritar. Bueno, quizá soy bastante expresiva, pero es lo que sentí mientras me adentraba en esas montañas que parecen copiadas de tres o cuatro paisajes con diferentes geografías.
No los voy a engañar, no subí en un viaje fotográfico, ni siquiera de placer. La verdad es que tenemos pensado ir a vivir a ese sitio, localidad, caserío o como se le llame. Pero esa es otra historia. Aquí les dejo algunas fotos, del camino y de las montañas, entre las que no pueden faltar las de La Cascada del Vino. Sí, ahí también tuve que gritar ante tanta belleza…y lo congelada de sus aguas color vino.